“La
hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”.
François
de la Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.
Leonel
Fernández fue un gobernante que muy pocas veces se comunicó con su pueblo, aun
en aquellas ocasiones en las cuales el país enfrentó situaciones difíciles o
conflictivas. Y ello así porque Fernández menosprecia el pueblo dominicano y lo
considera incapaz de conceptualizar.
A pesar de haberse
especializado en el área de la comunicación, su deber de tratar los temas y
problemas nacionales que afectan a la ciudadanía se circunscribió regularmente
a pronunciar discursos los días 27 de febrero y 16 de agosto, discursos más
bien políticos cargados de demagogia, para dar la impresión a la ciudadanía de
que la República Dominicana se encontraba en vías de convertirse en un país
económica y socialmente avanzado. De hecho, en más de una ocasión y casi hasta
el final de su mandato, llegó a comparar a Santo Domingo con la ciudad de Nueva
York.
Aunque he
reconocido en varias oportunidades que Leonel Fernández es un individuo
inteligente y astuto, considero que fue un costoso error político el haberse dirigido al pueblo
dominicano por televisión para tratar de justificar (¿y explicar?) el enorme
déficit fiscal de su gobierno en el año
2012, lo cual, como es lógico suponer, era un tema que debió ser
abordado por Danilo Medina desde el momento de asumir la primera magistratura.
Pero el ego y el poder de Fernández son demasiado grandes como para permitir
que otro miembro de su partido asumiera el papel protagónico que él entiende le
corresponde.
Su discurso
estuvo lleno de mentiras que fueron obvias para una gran parte de la población,
incluso para muchos de los que simpatizan con él y para aquellos que, no
teniendo una formación en economía, se sienten afectados negativamente por la
situación económica actual. Más desafortunado para él ha sido el hecho de que
dos de los principales funcionarios de su último período de gobierno desmintieron
las cifras que ofreció como causas principales del déficit.
Sus propias
declaraciones de este mismo año, admitiendo que
utilizó recursos del Estado
para apoyar la elección de Danilo Medina como Presidente de la República y el
haber incluido en su discurso partidas que ya estaban consignadas en el
Presupuesto Nacional para intentar documentar el gran hoyo fiscal de su
gobierno, además de haber violado de manera flagrante la Ley de Presupuesto, lo
han llevado a hacer el ridículo ante la opinión pública nacional e
internacional.
Estoy
seguro que la motivación principal para que este individuo perverso decidiera
hablar al país no se debe a que tuviera el temor de ser procesado por sus
manejos irregulares de los recursos públicos, ya que, con toda razón, tiene la
tranquilidad de que cualquier iniciativa para investigarlo o enjuiciarlo será
desestimada prontamente, pues es él quien tiene el control de los tres poderes
del Estado.
La
verdadera razón para dirigirse al pueblo dominicano es que le preocupa que la
difícil realidad fiscal que se ha evidenciado tras su salida del Gobierno y que
ha merecido el repudio de amplios sectores de la sociedad, incluyendo a las
clases más pobres, pueda reducir sustancialmente sus posibilidades de ser
elegido de nuevo como Presidente en el año 2016.
Debo advertir,
sin embargo, que siempre cabe la posibilidad de que la mayoría del pueblo
dominicano con edad de votar nos sorprenda y olvide estos acontecimientos en
los próximos tres años, como ha pasado ya en ocasiones anteriores, y vuelva a
elegir a Fernández como Presidente de la República en las próximas elecciones
generales.
No voy a
referirme a los datos específicos utilizados por Fernández para tratar de
justificar lo injustificable, por cuanto otros profesionales ya se han ocupado
de demostrar sus falsedades y su intento de distorsionar la verdad. Más bien afirmo
que el discurso de Fernández ha encendido aún más los ánimos de protesta que
varios grupos de la sociedad iniciaron desde que se reveló una situación fiscal
que asombró a muchos, pero que debió haber sido conocida de antemano por las
clases sociales más conscientes del país.
Los
principios personales y políticos que sustento me obligan a estar totalmente de
acuerdo con estas protestas pacíficas, pero entiendo que las mismas no surtirán
los efectos fructíferos esperados, debido a varios factores que son esenciales
para que este tipo de actividades tengan éxito. Esos factores han sido enunciados
de manera brillante por Gene Sharp, Profesor Emérito de Ciencia Política de la
Universidad de Massachussetts, quien es famoso mundialmente por sus teorías
sobre la desobediencia civil y acciones no violentas para lograr el
restablecimiento de sistemas democráticos que actúen en beneficio del pueblo,
así como por su libro “De la Dictadura a la Democracia” y por la creación de su
Fundación Albert Einstein.
Tengo la
impresión de que las protestas de varios grupos contra el aumento de impuestos
promulgado por Danilo Medina y contra la impunidad de aquellos que usaron su
poder para sustraer, dilapidar y desviar fondos públicos no tienen una
planificación y estrategia adecuadas, sino que se caracterizan por la
improvisación y la dispersión, al tiempo que no cuentan con un liderazgo sólido
y moral que ajuste las mismas a un plan sistemático y eficaz.
Lo
lamentable de nuestra situación como pueblo es que se ha perdido el equilibrio
político y social, ya que el gobierno tiene demasiado poder, mientras el pueblo
es relativamente débil y con pocas posibilidades de contrarrestar los desmanes
de los políticos que lo ejercen, a menos que se organice y ejerza una presión sistemática
a través de distintos modos de protesta con el fin de minar y destruir las
bases sobre las cuales se sostiene esta especie de dictadura peledeísta, que es
el resultado del uso descarado de los recursos públicos en campañas
electorales, de la conversión de un alto número de votantes en parásitos del
gobierno y del control y manipulación de una opinión pública que ha favorecido
o se ha vendido al partido en el poder.
Seríamos
ciegos si no reconocemos que Leonel Fernández lo compró todo… y con dinero
nuestro. Compró periódicos y periodistas, comentaristas de radio y televisión,
empresarios, jerarcas de la iglesia católica, sindicalistas, congresistas, miembros
prominentes del sistema judicial, políticos de otros partidos y de su propio
partido.
Como todo
régimen político, los gobiernos del PLD, incluyendo el actual, tienen
debilidades que deben ser identificadas y atacadas si se quieren lograr los
objetivos concretos que deben ser establecidos en la estrategia de resistencia
pacífica que se diseñe. Por lo tanto, las distintas formas de protesta pacífica
de la población tienen que obedecer al desafío político por parte de la
ciudadanía, lo cual aumentará el nivel de empoderamiento de la sociedad.
Es por eso
que la lucha para revertir la situación que vive el país es realmente ardua y relativamente
larga y requiere de la participación masiva y persistente de los dominicanos,
especialmente de los jóvenes y la clase media. Aunque el aumento de impuestos
efectuado por el Gobierno y la impunidad podrían considerarse como causas
suficientes para ello, aún no se han producido las drásticas medidas económicas
que éste tendrá que adoptar para la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional y que implica mayores sacrificios para la población y un fuerte
aumento de la deuda pública interna y externa.
El momento
para actuar es ahora, pero los objetivos y estrategia deben estar muy bien
definidos. El aumento de impuestos ya se consumó y una parte significativa de
ese paquete fiscal entrará en vigencia el próximo 10 de diciembre. Protestar solamente para que éste se elimine no tiene
mucho sentido. Para ese fin, las protestas debieron complementarse con otras acciones sociales y haber sido mas continuadas.
En realidad, las protestas, movimientos y acciones pacíficas deberan estar encaminados a la supresión del gasto gubernamental dispendioso; a la eliminación de la corrupción administrativa; al sometimiento a la justicia de todos los funcionarios que cometieron actos dolosos; a la abolición de los irritantes privilegios de los congresistas y de los altísimos salarios y pensiones de ciertos funcionarios públicos; a la obligatoriedad de cumplir con la Ley de Presupuesto; y a la debida rendición de cuentas al pueblo dominicano, entre otros.
En realidad, las protestas, movimientos y acciones pacíficas deberan estar encaminados a la supresión del gasto gubernamental dispendioso; a la eliminación de la corrupción administrativa; al sometimiento a la justicia de todos los funcionarios que cometieron actos dolosos; a la abolición de los irritantes privilegios de los congresistas y de los altísimos salarios y pensiones de ciertos funcionarios públicos; a la obligatoriedad de cumplir con la Ley de Presupuesto; y a la debida rendición de cuentas al pueblo dominicano, entre otros.
Se podrá
argumentar que una parte importante de la población no paga la energía
eléctrica que consume; que los negocios informales (que constituyen un alto
porcentaje de la actividad comercial del país) y la mayoría de las personas
físicas no cumplen con sus deberes impositivos; que existe una importante
evasión de impuestos; y que la carga impositiva es regresiva y afecta más a la
clase media que a los grandes empresarios y a la clase rica, pero lo cierto es
que los elevados ingresos que recibe el Gobierno de parte de la población en la
forma de impuestos no se retribuyen en forma de servicios públicos eficaces y
en inversiones que beneficien a la ciudadanía, sino que son despilfarrados y
distraídos en beneficio propio por parte de los gobernantes de turno y sus
funcionarios. Y aunque lo segundo no es
suficiente para justificar lo primero, la situación nacional se ha agravado a
tal punto que ningún servicio público funciona adecuadamente y todo lo
que toca el Gobierno se deteriora.
En
conclusión, apoyo firmemente las acciones de protesta, huelgas, boicots,
resistencia, desafíos a la autoridad y desobediencia civil, que son las
principales vías pacíficas para lograr los objetivos deseados por la ciudadanía,
y considero que deben continuar ejecutándose, de modo persistente y bajo una
estricta coordinación, pero siempre ajustadas a una estrategia diseñada de
conformidad con un plan cuidadosamente concebido y bajo la dirección de un
liderazgo que merezca el respeto y el respaldo de la sociedad civil. Sólo así
se mantendrá el entusiasmo y la motivación de los participantes. La lucha cívica
con violencia o integrando a figuras políticas desgastadas o instituciones desacreditadas no tiene sentido y
causan un daño considerable a este tipo de movimientos.
Si se
llevan a cabo de manera apropiada, es alta la probabilidad de que esas acciones
causarán que las bases corruptas del Gobierno peledeísta se derrumben y den
paso a la solución de la mayoría de los problemas que agobian a la sociedad
dominicana.