“La invasión cultural,
indiscutiblemente enajenante, realizada discreta o abiertamente, es siempre una
violencia en cuanto violenta al ser de la cultura invadida, que o se ve
amenazada o definitivamente pierde su originalidad”.
Paulo Freire (1921-1997), Educador Brasileño
La República
Dominicana es una nación que ha enfrentado durante muchos años problemas
abrumadores que la mantienen sumida en un profundo abismo de atraso e
ignorancia. A ello se debe que nos encontremos siempre en los últimos lugares entre
los países cuyos indicadores económicos y sociales se estudian a nivel mundial.
Los
principales problemas a los que me refiero son los siguientes: la enorme y
creciente inmigración haitiana; los elevadísimos niveles de endeudamiento
público y del déficit cuasi-fiscal; la corrupción rampante en el sector público
y en gran parte del sector privado; los ineficaces sistemas de educación y salud;
la inseguridad ciudadana; la escandalosa pobreza de más de un 40% de la
población; la falta de consciencia ciudadana;
la degradación moral de los dominicanos y su falta de respeto a las leyes,
normas y regulaciones; el narcotráfico y el lavado de dinero; el precario suministro
de energía eléctrica y de agua potable; el inadecuado manejo de la basura; las pésimas
condiciones de las calles en las ciudades del país y de los sistemas de drenaje
pluvial y alcantarillado; el caos del tránsito; el alto nivel de desempleo,
especialmente en el segmento de la juventud; la deslealtad de la clase media
consigo misma y con las demás clases sociales; la falta de patriotismo de la
mayoría de los dominicanos y la ausencia de arraigo a la tierra que los vio
nacer; la violencia intra-familiar; la podredumbre e incompetencia de la
justicia; la falta de transparencia y de institucionalidad en la administración
pública; la ineficiencia de la mayoría de las dependencias oficiales; la transformación
de la policía nacional en una madriguera de delincuentes y asesinos; la
permanencia de las estructuras Trujillistas en el sistema político y social,
aun cuando han transcurrido ya 51 años de la muerte del tirano; la vergüenza que
constituye un congreso nacional que no sirve a su país, sino que se sirve a sí
mismo y a sus jefes políticos; gobernantes que nunca cumplen con sus deberes
fundamentales; y ventorrillos políticos llenos de tránsfugas, facinerosos y
perversos; entre otros. Algunos de estos problemas son irreversibles, pues no
tienen soluciones viables; otros son muy difíciles de resolver, por lo menos no
lo serán en el corto o en el mediano plazo; y otros no se resolverán porque no hay
la suficiente voluntad política para ello o porque no existe la debida
consciencia en los ciudadanos.
Sin
embargo, el más grave de todos estos problemas es, a mi juicio, la enorme y
creciente inmigración haitiana.
Juan Bosch
lo vio claramente en 1964 cuando escribió: “La presencia de Haití en la parte
occidental de la Isla Española equivalió a una amputación del porvenir
dominicano. Los dominicanos sabemos que a causa de que Haití está ahí, en la
misma isla que nosotros, no podremos desarrollar nunca nuestras facultades a
plena capacidad; sabemos que un día u
otro, de manera inevitable, Haití irá a dar a un nivel al cual viene
arrastrándonos desde que hizo su revolución”
La
incontrolable y progresiva inmigración haitiana es el resultado directo de la
corrupción y negligencia de nuestras
fuerzas armadas, del Presidente de la República y de ciertos empresarios, políticos y
funcionarios públicos, así como de la falta deliberada de políticas específicas
para el desarrollo de las actividades productivas y comerciales de los pueblos
fronterizos por parte de las autoridades. Estos hechos nos están empujando,
acelerada e irremediablemente, hacia la pérdida de nuestra identidad nacional y,
eventualmente, de nuestra nacionalidad, con todo lo que eso conlleva. Pero eso
es algo que se ve venir desde hace tiempo. Los que han tenido la
responsabilidad de evitarlo, sobre todo en el caso de las autoridades más
recientes, nunca lo han hecho ni han deseado hacerlo. El que no existan planes concretos para
resolver esa situación, sino todo lo contrario, se evidencia por el hecho de que
ninguno de los candidatos de los dos partidos mayoritarios se refirió nunca a
ese tema de vital importancia para nuestro país durante la pasada contienda
electoral. Y es por eso que más temprano que tarde seremos conducidos, con el consentimiento
que otorga nuestra absoluta indiferencia y cobardía, a la ruina social,
cultural y económica de la fusión total con Haití. Entonces será el llanto y el
crujir de dientes.
1 comment:
El problema es grave. La destrucción progresiva y despiadada de todo sentido de identidad nacional que solía descansar sobre una conciencia moral es un hecho.
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