Thursday, September 26, 2019

El Presidente Medina y su Asesor


Danilo Medina es una persona con una sólida preparación académica. Es él un hombre tímido, correcto, educado y de reconocida astucia. Aunque de origen humilde, su superación personal y su gran capacidad profesional lo han convertido en un personaje de relevancia para los asuntos del país, hasta el punto de que en 2012 fue nombrado como Asesor Especial del Presidente de la República Dominicana, quien, por coincidencia del destino, lleva el mismo nombre.

Sin embargo, Danilo Medina, el Presidente, hombre frio y calculador, aunque también de origen humilde, ha olvidado completamente del bienestar y seguridad de su pueblo. Luego de tener la magnífica oportunidad que le han brindado dos períodos de gobierno para beneficiar a los más pobres de su país, para fortalecer la clase media y construir los cimientos de un desarrollo económico y social sostenido, su paso por la Presidencia de la República lo que ha dejado ha sido una lamentable estela de corrupción, desorden, cinismo, hipocresía, dispendio de recursos, demagogia, clientelismo, perversidad y exclusión social.

Aunque Danilo Medina, el Asesor, se ha mantenido en todo momento al lado de Danilo Medina, el Presidente, no ha habido manera de que el primero haya logrado que este último ponga en ejecución ninguna de las medidas que él le ha recomendado. Y aunque en varias ocasiones Medina, el Asesor, ha pensado en renunciar, hay algo en la personalidad del Presidente que lo mantiene indisolublemente atado al gobernante. Ambos son las dos caras de la misma moneda.

Medina, el Asesor, había insistido a Medina, el Presidente, que desde el inicio de su primer gobierno aplicara los exhaustivos programas y planes que él y su equipo habían diseñado para rescatar la educación y la salud, estimular la iniciativa privada, garantizar servicios públicos eficaces a la población, especialmente el suministro de energía eléctrica; sanear la justicia, proporcionar seguridad a la ciudadanía y velar por el cumplimiento de las leyes; suprimir la inmigración ilegal de haitianos, eliminar los sistemas de corrupción heredados de las administraciones anteriores; fomentar un mayor nivel de empleo; y llevar a cabo una nueva política económica que permitiera la redistribución de ingresos, entre otros.

Lo que proponía Medina, el Asesor, parecía correcto y las personas íntegras que estaban al tanto de sus recomendaciones lo aprobaban, con excepción, claro está, del amplio grupo de individuos que, dentro y fuera del gobierno, habían hecho de éste una fuente inagotable de poder, influencia y enriquecimiento personal.

Medina, el Presidente, aunque ha simulado estar siempre atento a los consejos de Medina, su Asesor, no sólo hizo caso omiso de todas sus recomendaciones, sobre todo de aquella insistente de que no le convenía procurar un segundo mandato, sino que su incompetencia y el entorno de funcionarios corruptos que él mismo ha fomentado, han agravado los males que aquejan al país, aparte de que han surgido otros que se han enraizado en la nación, lo cual ha causado un perjuicio sustancial a la calidad de vida de los dominicanos.

Medina, el Asesor, se siente frustrado, y no es para menos. Su jefe inmediato parece tener sus secretos, su propia agenda, y, conocedor del control del poder político que tiene en sus manos, así como de la facilidad con la cual maneja a su pueblo, no ha tenido reparos en violar reiteradamente el solemne juramento que ha hecho dos veces al tomar posesión de su cargo.

A pesar de haber jurado “por Dios, por la Patria y por su honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ejecutar fielmente los deberes de su cargo”, no ha hecho realidad ninguno de esos deberes. Violentó la Constitución para volver al poder en 2016, trató infructuosamente de hacer lo mismo en 2019 para reelegirse por segunda vez en 2020 y ahora intenta que se modifique la Constitución para habilitarlo como candidato nuevamente en 2024.

Al Presidente le importa un bledo que la educación pública sea un desastre; que exista una pésima atención médica y equipamiento en los hospitales; que no haya seguridad personal para nadie, porque la propia policía y los miembros de la DNCD están involucrados o encabezan la mayoría de los actos delictivos; que la justicia no sirva porque los fiscales son unos ineptos para investigar los casos contra imputados de crímenes y que decenas de jueces vendan sus sentencias al mejor postor, además de la lentitud del sistema y de los altos costos para los interesados; que no haya un solo servicio público que funcione bien; que muy pocos ciudadanos respeten las leyes de tránsito y que todo en el país sea un verdadero caos; que el narcotráfico y el lavado de dinero aumenten cada día más; que la inmigración haitiana sea incontrolable; que el endeudamiento público haya alcanzado niveles insostenibles y que un alto porcentaje de los dominicanos vivan en la pobreza absoluta, mientras la mayor parte de los ingresos nacionales están concentrados en menos del el 5% de la población.

A pesar de la indiferencia de Medina, el Presidente, con respecto a la falta de soluciones a los problemas del país, el hecho de que el pueblo lo reeligiera en 2016 hizo que, luego de conocerse los resultados de las elecciones de ese año, le expresara a Medina, el Asesor, su satisfacción por el papel que ambos han jugado en la historia reciente de la República Dominicana. “Te he escogido como testigo de mi brillantez política y ya verás lo que nos depara el futuro. Con el apoyo que he tenido de Joao y de Odebrecht desde hace dos años no hay nadie que pueda detenernos. Tendremos gobierno para rato”.

Desafortunadamente para Medina, el Presidente, ese apoyo desapareció en 2017, luego de que a finales de 2016 fue descubierto el entramado de sobornos por US$788 millones de Odebrecht en América Latina, cuya Oficina de Operaciones Estructuradas para la distribución de los sobornos se encontraba radicada en República Dominicana, que fue un país que recibió más de $100 millones en sobornos a funcionarios públicos. Aunque fue un golpe severo, por haberse terminado el acceso a una fuente invaluable de chanchullos, Medina, el Presidente, pudo capear el temporal con “su” justicia, ese sistema altamente contaminado al servicio exclusivo suyo.

Formamos el dúo perfecto”, dijo recientemente Medina, el Presidente, con voz muy clara, a Medina, su Asesor, al comprobar cómo sus maniobras en el ámbito judicial estaban rindiendo los frutos esperados, manteniendo el viento a su favor. “Mientras tú teorizas y tratas de convencerme de que me ocupe de cosas que no me interesan, yo hago todo lo que deseo y me he convertido en un potentado y en el árbitro de los destinos nacionales. Tengo todo lo que quiero, cómo lo quiero y cuándo lo quiero. El partido está en mis manos, bajo mi control absoluto, así como el dominio de todo el Estado, porque el Congreso es mío y la Justicia también. Nada se mueve sin que yo lo apruebe y todos quedan a la espera de mis decisiones. Pero lo mejor es que tengo un pueblo entero a mis pies, que me apoya y me idolatra”.

Era indudable que Medina, el Presidente, estaba de humor para continuar hablando: “Se me acusa de no resolver ninguno de los problemas básicos del país, lo cual, aquí entre tú y yo, me tiene sin cuidado, porque eso no es lo que me interesa; al pueblo hay que darle obras y las migajas que caen de la mesa, un poquito aquí y un poquito allá; he dominado el arte de “boronear”, mientras mantengo a la Vice ocupada. Eso de resolver problemas básicos que consumirían gran parte del presupuesto y que son cosas que no se ven en el corto plazo, no me motivan y puedes comprobar que tampoco a ninguno de los que me han precedido en el Poder. Fíjate que junto a la expansión del Metro, la operación de un teleférico, mi bella Punta Catalina, la construcción de carreteras y escuelas, aunque se fracturen con cualquier temblorcito, y las que yo llamo visitas “sorpresa”, son las cosas que más me benefician políticamente y que me permiten seguir con mi cuento de “hacer lo que nunca se ha hecho”.

Y lo grande Danny (así llamaba a veces a su Asesor), es que todo lo que hago lo paga el pueblo, este pueblo tan bueno e infinitamente generoso, cuya mayoría me respalda y que tú tratas a veces de insinuar que yo lo sacrifico porque he encontrado la fórmula mágica de usar bonos soberanos para financiar mis déficits presupuestales, engrasar toda mi maquinaria política y mantener a todo el mundo contento, incluyendo a todos los medios de comunicación. No te preocupes, Danny, que alguien pagará esa deuda y no seremos ni tú ni yo. ¿Quién te dijo que hay que llamarse Trujillo o Lilís para convertirse en dictador?”

No estoy de acuerdo con usted, pero respeto su modo de analizar las cosas, señor Presidente”, fue la lacónica y respetuosa respuesta de Medina, el Asesor, quien, por alguna razón de exceso de confianza, en ciertas ocasiones se tomaba la libertad de llamar a Medina, el Presidente, por su apodo: “Nano”.

Ya Medina, el Asesor, estaba resignado. Sabía que sus consejos para un buen gobierno eran acertados, pero estaba consciente de que Medina, el Presidente, nunca los pondría en ejecución. Sin embargo, se sentía tranquilo porque estaba convencido de que el señor Presidente lo mantendría siempre junto a él, aunque sólo fuese para que viera el éxito de su proceder y para que comprobara, por enésima vez, que el pueblo siempre ha tenido ..... los gobiernos que se ha merecido.