Thursday, December 26, 2013

Carta de Juan Bosch a Pina Acevedo-Mayo 1964


Apartado 609, San Juan, PR
27 de mayo de 1964

Dr. Ramón Pina Acevedo y Martínez,
Caracas, Venezuela

Estimado Dr. Pina:

Las realizaciones políticas se ejecutan debido a una suma de factores: líder, líderes secundarios y pueblo. Un líder sin líderes secundarios y sin pueblo, o un pueblo con líderes secundarios pero sin su líder principal, o líderes secundarios por sí solos, son espectáculos frecuentes en el mundo político, y también se ve de tarde en tarde a un líder seguido por líderes secundarios pero sin pueblo y aun a un líder solitario. Además, tenemos los casos específicos: por ejemplo, el primero –el completo-: un líder principal, líderes secundarios y pueblo, esto es, todo un cuerpo político adecuado a una acción determinada, digamos, elecciones. ¿Servirá ese mismo cuerpo para una subversión revolucionaria? Tenemos el caso del PRD: fue un partido para ganar unas elecciones, pero es casi imposible que dé la medida en otro tipo de acción.

Nosotros presentaríamos al mundo un ejemplo excepcional si tuviéramos una organización política superior a nuestro medio. Y en términos de organización política, nuestro medio puede ser descrito, a grosso modo, así: masas populares inteligentes pero incapaces todavía de acción –es decir, de convertir en hechos sus ideas-, tal vez por efectos del largo terror que han sufrido; mediana y pequeña clase media casi totalmente corrompida, sin ideales, sin patriotismo, sin coraje, lista a recibir cualquier beneficio sin tomar en cuenta la moral pública y en la mayoría de los casos ni la privada y, desde luego, sin luchar para lograr esos beneficios (de este sector debe exceptuarse la juventud consciente, que es muy minoritaria en relación con la juventud total del país), y una alta clase media que es enemiga del pueblo.

Porque ésa es la realidad, no había más remedio que ir dándole a ese pueblo un nuevo horizonte usando como estímulos los que no despertaran su miedo. Sin embargo, en siete meses la mediana y pequeña clase media dominicana quedaron convencidas de que nuestro Gobierno era un antro de maldad, y las masas populares fueron paralizadas por una propaganda feroz. Nunca se ha visto en tan corto tiempo un cambio tan impresionante. El pueblo se dejó arrebatar su régimen de derecho sin lucha; y ahora está luchando un sector del pueblo (los barrios más pobres y los estudiantes), pero a causa de que los golpistas lo han hecho muy mal, no porque tenga conciencia verdadera de que le quitaron el gobierno que él se dio. Si los golpistas hubieran proporcionado trabajo y bienestar económico, estarían apoyados por la totalidad del país aunque se mantuvieran deportando y encarcelando.

Es triste tener que ver las cosas como ellas son y no como uno quisiera que fueran. El problema dominicano no es para ser resuelto por un líder. Es un problema del pueblo; y mientras el pueblo no crezca hasta donde debe crecer, no habrá papel ni lugar para el líder capaz de dirigirlo. El líder que quiera hacer allí lo que el pueblo no puede respaldar, tendrá el final trágico de Tavárez Justo. Su muerte será útil dentro de veinticinco años, pero ahora no.

Nuestro país está en la etapa de la fuerza, no en la de la educación política. El único poder real en Santo Domingo es el militar, y si en las filas castrenses no se rompe el equilibrio, tendremos dictadura por mucho tiempo. No tenemos ciudadanos capaces de hacer frente a los gases lacrimógenos, mucho menos a los fusiles. Así, entre la palabra de un líder –o su orden- y un tiro de máuser, el último tiene mucho más poder. Y los soldados y los policías dominicanos matan, cosa que el pueblo sabe por experiencia. Ahora mismo, en la reciente huelga de choferes –que no fue tal huelga si no un estallido de cólera popular-, ha habido varios muertos desconocidos.

El líder de este momento nacional no puede ser un dirigente político si no el coronel que pueda lanzar soldados a la lucha. Por eso desde el primer día de mi exilio les expliqué a los compañeros que la única manera de restituir la constitucionalidad era a través de los soldados –los contados soldados capaces de luchar por un régimen de derecho-, pero no todo el mundo ve con claridad los fenómenos políticos y en nuestro país hubo gente que creyó que allí podía hacerse una revolución armada. Fue una ilusión que dejó un saldo de sangre bien lamentable.

La lucha dominicana ha llegado ahora al punto en que se aclaran los objetivos. Una vieja casta sin poder efectivo ha tomado el poder para darse a sí misma sustancia económica repartiéndose la herencia de Trujillo. En buena lógica, esa casta debe retener el poder el tiempo necesario para lograr lo que se ha propuesto. El pueblo no tiene recursos de ningún tipo para impedirlo. Si un líder lanzara al pueblo a la lucha para que esa casta fuera derrotada, se encontraría en el caso del chofer que no puede manejar un auto porque carece de baterías, del carburador y hasta de ruedas. La única posibilidad que tenemos por delante sería un milagro histórico; que un sector militar lo impidiera. Pero ya lo digo: sería un milagro histórico, algo que no está en la lógica de los acontecimientos.

Cuando supe que Ud. me había estado buscando, salí yo a buscarlo y ya era tarde: usted se había ido a Venezuela. Sentí no verlo. Me hubiera gustado hablar con usted sobre estos problemas en vez de tratarlos por carta.

Reciba un saludo afectuoso de

Juan Bosch

Monday, August 26, 2013

La Evolución de Nuestra Economía y la Ignorancia del Pueblo

"Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes, sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias, más que por su trabajo; y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada".
Ayn Rand (1905-1982), filósofa y escritora rusa

La ignorancia de la mayoría de la clase pobre y de la clase media de la República Dominicana es tan grande que duele.

De acuerdo con la Real Academia Española y el diccionario Larousse, ignorancia es la falta de conocimiento acerca de una materia o un asunto determinado. De hecho, la Real Academia Española va un poco más lejos y define la ignorancia del derecho como el “desconocimiento de la ley, desconocimiento que no es una excusa válida para nadie, porque rige la necesaria presunción de que, una vez promulgada la ley, todos tienen la obligación de saberla”. La Academia llega, incluso, a definir la ignorancia supina o crasa como “aquella que procede de la negligencia de la persona en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse”.

A la luz de las definiciones anteriores, es indiscutible que no sólo somos ignorantes del  derecho, sino también ignorantes crasos. El ejemplo más claro y doloroso de nuestra ignorancia del derecho es nuestro desconocimiento de la Constitución Dominicana, documento trascendental que consigna, entre otros muchos aspectos importantes, nuestros derechos y deberes, así como las responsabilidades de las autoridades elegidas por el pueblo para beneficiar a toda la sociedad. Los dominicanos tenemos la obligación de conocer nuestra Constitución.  Sin embargo, desconocemos nuestra Constitución y nuestras leyes porque somos ignorantes, apáticos y alérgicos a leer.

Así mismo, el ejemplo más evidente de nuestra ignorancia crasa es nuestra convicción, sin ninguna base firme que la sustente, de que en la República Dominicana existe el sistema político llamado democracia. Creemos que el hecho de votar cada cuatro años es suficiente para que haya democracia en el país. Los medios de comunicación y los políticos han hecho un magnífico trabajo para convencernos de nuestra “democracia” y nosotros, como ignorantes al fin, les creemos.

No nos hemos detenido a pensar que si la forma de democracia que supuestamente tenemos es la representativa, aquí no hay nadie que nos represente , pues los que deberían ser nuestros representantes se representan ellos mismos, a sus partidos y a sus líderes políticos. Nuestra ignorancia llega al punto vergonzoso de ni siquiera saber los nombres de los que supuestamente deberían representarnos.

Tampoco nos sentimos inclinados a reflexionar que el Poder Judicial y, hasta cierto punto, el Poder Legislativo, están controlados por el Poder Ejecutivo, quien, a final de cuentas, controla prácticamente todo, por lo cual es imposible que nos encontremos viviendo bajo un sistema de democracia representativa.

Lo mismo ocurre con la libertad, para la cual es esencial que cada ciudadano tenga el derecho de poder decidir por sí mismo y no estar sujeto a la voluntad de otros. Debemos admitir que la realidad demuestra que los dominicanos no dependemos de nuestra propia voluntad, sino de la voluntad de los políticos que nos gobiernan. Los gobernantes y políticos en el poder hacen lo que quieren, como quieren y cuando quieren, sin que la ciudadanía ejerza su derecho sagrado de decidir o protestar. Su única posibilidad es esperar 4 años para ”votar” en las llamadas elecciones generales.

Nuestra creencia de que tenemos libertad nace de nuestra ignorancia, al confundir el significado de la palabra libertad con la frase “libertad de expresión”, también llamada “libertad de conciencia o de pensamiento”, que es una de las pocas libertades consignadas en la Constitución que el pueblo ejerce sin muchas limitaciones.

Si usted no está de acuerdo conmigo en lo que he expresado hasta ahora, lo invito cordialmente a leer, en la última Constitución promulgada el 26 de enero del 2010, los Artículos 2, 7 y 8 del Título I (De la Nación, del Estado, de su Gobierno y de sus Principios Fundamentales) y los Artículos 37 al 49 del Título II (De los Derechos, Garantías y Deberes Fundamentales) y, por favor, déjeme saber después de leerlos si las disposiciones contenidas en esos artículos se cumplen y, por tanto, si en la República Dominicana existe un Estado Social y Democrático de Derecho y si los ciudadanos de nuestro país tienen plena libertad de ejercer los derechos que se consagran para su beneficio en ese “pedazo de papel”, como lo llamara el engendro de los presentes males.

Para que no tenga que molestarse en buscar la Constitución, me permito incluirle a continuación el link que lo llevará directamente a su lectura:


Pienso que lo anterior demuestra que, a pesar de que somos fanáticos y expertos de la politiquería, la mayoría de los dominicanos no tiene los conocimientos fundamentales de la ciencia política propiamente dicha.

Sin embargo, donde nuestra ignorancia llega a su máximo límite es en asuntos económicos. Durante años, un gobernante inescrupuloso y perverso se mantuvo afirmando que el país transitaba por un sendero de “progreso” e hizo de esa palabra su divisa preferida para engañar a los incautos, al tiempo que acuñó la expresión “e’pa’lante que vamos” bajo la aprobación y admiración tácita de una población embrutecida por la demagogia política, cuando la realidad económica y social demostraba en todo momento lo contrario.

El modelo económico ejecutado por ese gobernante y el crecimiento logrado en sus años de gobierno no hicieron más que aumentar sustancialmente el endeudamiento público, generar enormes déficits fiscales, mantener los altos niveles de desempleo y desestimular el crecimiento de los sectores productivos y la inversión privada, al tiempo que profundizó  la exclusión y la desigualdad económica y social que existen en nuestra nación. Su mayor logro personal fue crear dos nuevas clases sociales: (a) una oligarquía política con enorme poder político y económico; y (b) una clase constituida por un segmento importante de la población que sobrevive de forma parasitaria a través de las llamadas “nominillas” y de subsidios públicos que se pagan con nuestros impuestos pero que, para fines electorales, representan una masa de votantes en beneficio del partido que gobierna.

Los políticos en el poder, los medios de comunicación al servicio del gobierno y la autoridad monetaria tienen a todo este pueblo dormido con datos periódicos sobre el crecimiento económico del país para dar la impresión de que progresamos, cuando los hechos revelan que, a pesar de que la República Dominicana ha sido el país latinoamericano de mayor crecimiento económico en los últimos 50 años, la mayoría de los indicadores de desarrollo humano nos colocan en los últimos lugares con respecto a las demás naciones de América Latina, porque ha sido un modelo de crecimiento que ha profundizado la desigualdad, la pobreza y el desempleo.

El crecimiento económico que hemos logrado sólo ha beneficiado a la clase rica y a los políticos en el poder, mientras la clase media ha cargado con el peso de los nuevos y mayores impuestos y la clase pobre no tiene la posibilidad de salir de su lamentable estado. A eso se debe que la República Dominicana sea el tercer país de América Latina que tenga la peor distribución de los ingresos y que en la clase rica se concentre el 60% de dichos ingresos.

Los economistas Miguel Ceara Hatton y Ernesto Selman han publicado sendos artículos sobre la situación económica del país que deberían haber tenido una amplia difusión en todos los medios de comunicación, pero los intereses económicos y los compromisos de esos medios con el gobierno impidieron que fuera así.

En la República Dominicana ocurre todo lo contrario a lo que sabiamente señaló Nelson Mandela: “Una prensa crítica, independiente y de investigación es el elemento vital de cualquier democracia. La prensa debe ser libre de la interferencia del Estado. Debe tener la capacidad económica para hacer frente a las lisonjas de los gobiernos. Debe tener la suficiente independencia de los intereses creados para ser audaz y preguntar sin miedo ni ningún trato de favor. Debe gozar de la protección de la Constitución, de manera que pueda proteger nuestros derechos como ciudadanos”.  La verdad es que los políticos que nos gobiernan no sólo han comprado la prensa dominicana, sino a otros medios de comunicación y a organizaciones de la sociedad civil y, en tal virtud, manejan a su antojo la opinión pública.  

Ceara escribió un artículo titulado “La Desigualdad en R.D.: Un Patrón a Largo Plazo” y Selman el artículo “Deuda Pública: El Caso de la República Dominicana”. Recomiendo a todos aquellos que deseen conocer mejor la verdadera situación económica y social de nuestro país, y sus nefastas consecuencias para todos nosotros, leer esos brillantes trabajos.

En los Cuadros que figuran al final de este artículo, y que sirven de base para las informaciones que analizo más adelante, se puede confirmar que desde el año 2000 los dominicanos hemos aportado al Gobierno, en forma de impuestos, la cantidad de RD$2.3 billones, pero esa extraordinaria suma de dinero no se ha traducido en verdaderos servicios de calidad a la ciudadanía, sino que ha sido robada, dilapidada y tirada al barril sin fondo que representa el gobierno dominicano y todas sus instituciones ineficientes y obstaculizadoras al desarrollo de la nación.

No satisfechos con esa acción de despilfarro, el gobierno gastó RD$316,018.6 millones en exceso a lo recaudado por concepto de impuestos, incurriendo en elevados déficits fiscales durante el período antes señalado y esos déficits fueron financiados principalmente con mayores impuestos que el gobierno impuso sobre nuestras espaldas y con préstamos internos y externos que comprometen al país y a la presente y futuras generaciones. Durante los años que van del 2008 al 2012 el Gobierno Nacional  registró déficits fiscales por un total de RD$333,163.5 millones, para un promedio de RD$66,632.7 millones por año. Esas son cifras impresionantes. Las proyecciones indican que el déficit será mayor en cada uno de los siguientes cuatro años.

Es bochornoso que le hayamos permitido al gobierno el robo y derroche de todos esos recursos, porque ha impedido que la población dominicana haya tenido la oportunidad de disfrutar de una mejor calidad de vida, lo cual constituye la razón fundamental para pagar impuestos.

Indudablemente la política oficial de gastos corrientes excesivos e improductivos, así como el mantenimiento de déficits fiscales que son financiados con aumentos de impuestos y endeudamiento público, no desaparecerán del escenario económico dominicano, sino que se mantendrán en los próximos años, y eso causará de manera inevitable que el gobierno no pueda cumplir con sus compromisos financieros de pago del servicio de  la deuda pública y que enfrente  serias dificultades para cubrir sus déficits.

Los mayores impuestos y la política económica errada del gobierno siguen empujando a la ciudadanía a la evasión por cualquier vía y a la informalidad.

Si analizamos las estadísticas del Banco Central en cuanto al número de personas empleadas en las diferentes ramas de actividad económica, podremos observar que los ciudadanos perceptores de ingresos en el sector formal pasaron de 1,457,223 en el año 2000 a 1,752,806 en el 2012, para un aumento de un 20.3%; es decir, un incremento de sólo un 1.7% anual. En contraste, la población ocupada en el sector informal subió de 1,622,815 en el 2000 a 2,246,171 en el 2012, lo cual representó un aumento de un 38.4% durante ese período, para un 3.2% anual.

Lo anterior significa que mientras en el 2000 el sector formal absorbía un 47.3% de los empleos, en el 2012 ese porcentaje se redujo a un 43.8%, en tanto que el sector informal subió de un 52.7% en el 2000 a un 56.2% en el 2012. Esas cifras son de por sí impactantes porque evidencian el crecimiento del sector informal como resultado de una política económica que genera un bajo nivel de empleos y que estimula la informalidad y la exclusión social. Casi un 70% de los empleos que se crean cada año corresponden al sector informal.

De hecho, el crecimiento económico logrado durante el período 2000-2012 no se tradujo en una disminución de la tasa de desempleo. Al contrario, ese indicador económico subió de 13.9% en el 2000 a un 14.7% en el 2012, uno de los más altos de América Latina, lo cual constituye una indicación fehaciente de la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales para estimular nuevas inversiones en los sectores que generan más empleos y una mayor productividad.

Las informaciones económicas disponibles reflejan que el crecimiento económico de un 3% previsto para el presente año 2013, no será suficiente para reducir la tasa de desempleo actual y que la economía no podrá absorber la cantidad de personas que anualmente se incorporan a la población económicamente activa (PEA), la cual crece  un ritmo de 2.2% por año.

A pesar de que el Banco Central indica que al final del 2012 había 193,882 personas empleadas en el sector de Administración Pública y Defensa, lo cierto es que, a pesar de la poca transparencia gubernamental y la ausencia de estadísticas al respecto, la propia Contraloría General de la República publicó que al mes de julio del 2012 había 609,525 empleados en el sector público, con una nómina total de RD$9,234 millones. En 20 ministerios había 465,807 empleados, mientras en las 480 instituciones del sector público descentralizado había 143,718. Cabe aclarar que estos datos no incluyen los miles de militantes del partido en el gobierno que cobran sin trabajar a través de las llamadas “nominillas”.

Debemos recordar que Danilo Medina, siendo candidato a la Presidencia, manifestó: “si a mí me preguntaran con cuántos empleos tú crees que pueda funcionar el Estado, diría que con 125,000 ó 150,000. El resto está de más”. El exceso, según el propio Medina, es de 485,000 empleados; es decir, casi cuatro veces más que la cantidad que él considera necesaria!!!

Mientras la nómina pública crece continuamente, el valor real del salario mínimo disminuye. Aunque el sector privado acordó recientemente con gremios profesionales y organizaciones sindicales un aumento general de salarios de un 14%, lo cierto es que ese incremento no compensa la pérdida promedio anual que registró el valor real del salario mínimo en el período 2000-2012.

Tanto el Presidente Medina como el Ministro de Hacienda criticaron acremente el porcentaje de aumento de salarios en el sector privado, por considerarlo bajo. El Presidente incluso instó a los patronos “a tomar conciencia, ya que con salarios de miseria, pagándoles cheles a los empleados, las empresas no pueden crecer”.  Es irónico que el presupuesto de ingresos y gastos públicos no contemplara un aumento de los sueldos a los servidores del Estado para el 2013, sino que los éstos tendrán que esperar hasta que se consigne el aumento en el presupuesto para el año 2014, con la esperanza de que sea un incremento de gran importancia como pareció insinuar el Presidente. Debemos recordar que el salario mínimo en el sector público es bastante más bajo que en el sector privado.  

No es que el Presidente esté equivocado, pero con afirmaciones demagógicas como las suyas no se resolverá nunca el problema de la reducción del valor real del salario mínimo y su estrecha relación con el alto nivel de pobreza en la República Dominicana. Se necesitan acciones concretas, no simples palabras. El hecho es que el 80% de los dominicanos empleados devenga salarios inferiores a los RD$15,000 mensuales y que en el 62% de las provincias del país el ingreso promedio es menor que el costo de la canasta familiar. Ese es el problema que el Presidente debería enfrentar con políticas adecuadas que propicien mayores y mejores empleos.

El Presidente Medina debería recordar que los numerosos aumentos de impuestos ejecutados por los gobiernos de Leonel Fernández y el que se produjo a inicios de su propio gobierno, causaron un daño sustancial a todos los empleados que devengaban los salarios mínimos y los colocó en una posición de dificultad para satisfacer sus necesidades básicas.

Por otro lado, cuando se analizan las cifras del Producto Interno Bruto (PIB) desde el año 2000 es fácil observar que los sectores productivos, que son los que generan la mayor cantidad de  empleos, han ido disminuyendo gradualmente en importancia dentro del PIB, de modo que el sector agropecuario se redujo de un 8.5% de participación en el año 2000 a un 7.6% en el 2012, mientras el sector industrial bajó de un 34.3% a un 25.6% durante el mismo período. Lo opuesto sucedió con el sector servicios, que se elevó de un 46.8% en el 2000 a un 52.7% en el 2012. Lo impresionante es que el sector servicios, que se caracteriza por una baja generación de empleos fijos, ya representa más del 50% del PIB.

Los impuestos a la producción netos de subsidios que el gobierno les impone a los sectores productivos pasó de un 10.5% del PIB en el 2000 a un 14.1% en el 2012. Si a ese 14.1% de los impuestos le agregamos el 52.7% del sector servicios, comprobaremos que el 66.8% del PIB correspondiente al 2012 está concentrado en actividades no productivas que tienen un peso muy elevado en el consumo, sin una contrapartida de aumento en la producción o en el nivel de empleo, lo cual es una fórmula segura para la creación de problemas serios en la economía.

De igual forma, en los cuadros anexos se observa que el crecimiento de las recaudaciones del gobierno a través de los impuestos a la producción fue mucho mayor que el crecimiento de la economía en el período 2000-2012 y eso es incompatible con los estímulos que el gobierno debería producir para promover nuevas inversiones privadas en actividades productivas.

La situación de la Balanza de Pagos es igualmente desalentadora. En todos los años del período 2000-2012 la balanza comercial, que consiste en las exportaciones totales menos las importaciones totales (nacionales y de zonas francas), registró un saldo negativo que subió de US$3,741.8 millones en el 2000 a US$8,678.9 millones en el 2012, al tiempo que la renta neta de inversión (ingresos recibidos por el Banco Central y otros ingresos, menos egresos por intereses, utilidades y otros) también fue negativa en todos esos años, pasando de US$1,041.3 millones a US$2,212.3 millones.

Lo anterior fue compensado parcialmente por el saldo tradicionalmente positivo de la balanza de servicios (ingresos por viajes y otros ingresos, menos egresos por fletes y otros egresos) y de las transferencias corrientes netas (remesas familiares, remesas sociales, indemnizaciones y otras donaciones al gobierno y privadas). Aun así el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos (que es igual a la suma de los saldos de la balanza comercial, la balanza de servicios, la renta de inversión y las transferencias corrientes netas) llegó a acumular un valor negativo de US$25,009.3 millones, siendo los déficits de los últimos cinco años los más significativos. Esta situación es, a todas luces, preocupante.

Ahora deseo llamar la atención de mis lectores hacia los niveles de endeudamiento público. La República Dominicana se encuentra hoy en una situación mucho más peligrosa y precaria que diez años atrás. En los últimos años el Gobierno ha estado tomando prestado tanto dinero que pronto no le será posible pagar ni siquiera los intereses de esos préstamos.

La deuda del sector público consolidado (SPC) ha aumentado de US$5,183.7 millones en el 2000 a US$35,052.7 millones en junio del 2013, para un crecimiento de un 576.2%; es decir, un incremento anual promedio de un 46.1%. La deuda del SPC ha pasado de un 21.7% del PIB nominal en el 2000 a un 58.0% a junio del 2013, mientras el servicio de esa deuda pasó de RD$7,600.0 millones en el 2000 a RD$107,334.5 millones en el 2012, sin incluir el sector público financiero, integrado por el Banco Central, el Banco de Reservas, el Banco Agrícola y el Banco Nacional de la Vivienda, cuya deuda ascendió a US$12,832.9 millones al final del 2012. Mientras el servicio de la deuda al año 2000 representaba un 14.7% de los ingresos totales del Gobierno Nacional, en el 2012 subió a un 33.2%. Esas cifras son alarmantes y significan que por cada cien pesos que ingresaron al gobierno en el 2012, nosotros tuvimos que aportar en impuestos la cantidad de 33 pesos para que el gobierno pudiera cubrir el pago de los intereses y las amortizaciones del capital adeudado.

El SPC tiene una deuda que es igual a 4.6 veces el total de ingresos corrientes, ingresos de capital y donaciones del Gobierno Nacional. Ningún país en el mundo se ha hecho más rico o ha progresado más mediante un endeudamiento intenso. Todo lo contrario. Cuando observamos más de cerca el funcionamiento del Gobierno Dominicano tenemos que llegar a la conclusión de que éste se maneja en un desorden total, administrando los recursos del Estado de manera inescrupulosa, irresponsable y, en muchos casos, violatoria de la ley, operando muy por encima de sus posibilidades.

Cualquier familia que manejara sus finanzas como lo hace el gobierno hubiera colapsado al llegar a tales niveles de endeudamiento y de compromisos de pago. El Gobierno Dominicano todavía sobrevive porque tiene a todo un pueblo subyugado y sobrecargado de impuestos. Ciertos economistas y el FMI alegan que la presión tributaria en la República Dominicana es baja porque sólo ven las cifras frías. Lo que no dicen es que a pesar de que la presión tributaria es nominalmente baja, los aumentos de impuestos sólo han servido para despilfarrar más nuestros recursos, sin que el segmento de la población que siempre paga sus impuestos y los que no los pagan reciban los beneficios que deben derivarse de esos pagos.

Lo que la ciudadanía recibe, más bien, son perjuicios que se reflejan en su baja calidad de vida y en el hecho de tener que cubrir el costo de construcciones, equipos y servicios privados para compensar la irresponsabilidad del gobierno, evidenciada en la falta de servicios de agua potable, energía eléctrica, seguridad, educación, transporte público y atención médica. Para colmar el caos oficial, el sistema judicial está podrido, la policía nacional es una mafia de delincuentes, el congreso es una cueva de ladrones, hay corrupción, narcotráfico y alta delincuencia, mientras el país funciona como el tránsito nuestro de cada día: un verdadero desorden. Y es precisamente para vivir en ese desorden que hemos pagado al gobierno RD$2.3 billones en impuestos desde el año 2000. Parece que somos masoquistas.

De hecho, sólo por concepto de subsidio eléctrico, el gobierno ha desembolsado US$4,800 millones desde el 2008 y cada año al pueblo se le engaña con afirmaciones de que el problema para suministrar un servicio estable de energía eléctrica será resuelto en breve, un problema que ya ha cumplido 49 años.

Los estudios realizados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde hace varios años identifican numerosas realidades sociales que caracterizan la República Dominicana y, de conformidad con lo que señala esa organización en su último informe del 2012, el crecimiento económico que ha disfrutado nuestro país en los últimos 10 años no se ha traducido en un incremento de las oportunidades reales que tiene la población para mejorar su calidad de vida, ni ha habido una inversión social que fomente el desarrollo humano de la gente.

El PNUD indica que más de un 40% de la población dominicana continúa en situación de pobreza, vulnerabilidad y exclusión, de modo que el país se encuentra en los lugares más bajos entre las naciones latinoamericanas de menor ingreso e incluso de menor desarrollo humano que el nuestro.

La alta densidad en las zonas urbanas ha generado mayores necesidades de capital humano y servicios básicos que no son satisfechas por el Gobierno y es cada vez más difícil proveer servicios de salud y educación, con la calidad necesaria, al conglomerado de personas que ocupa desordenadamente esas zonas.

Para que usted tenga una idea de lo mal que andamos, un solo dato es suficiente: las tasas de mortalidad materna e infantil han aumentado en vez de bajar. La mortalidad materna se incrementó de 74.4 por cada 100,000 nacidos vivos en el 2004 a 81.9 en el 2011. En el caso de la mortalidad infantil, ésta se elevó de 15.8 por 1,000 nacidos vivos a 27.8 por 1,000 cuando la estimación la hace el Ministerio de salud.

Según el PNUD, “junto con la baja calidad de atención sanitaria coexisten otros factores que requieren intervenciones impostergables, pues contribuyen a agravar esta problemática y se vinculan entre sí, tales como las limitaciones de acceso a servicios de atención preventiva y especializada adecuada, la falta de acceso a educación de calidad, la exclusión social y de género en materia de oportunidades laborales, socioeconómicas y participativas, así como la ausencia de intervenciones integrales que promuevan un desarrollo biopsicosocial de las personas, basadas en el respeto, los derechos sociales y la realización del ser humano”.

El propio Censo de Población que se realizó en el 2010 muestra que el 40% de las madres adolescentes no terminan el nivel primario de escolaridad, mientras que de las jóvenes que no han tenido hijos, sólo el 18% logra completar la primaria. Esto quiere decir que los bajos niveles educativos reducen significativamente las posibilidades de las jóvenes madres de insertarse en el mercado laboral en empleos de calidad, lo cual les permitiría tener un mejor nivel de vida y salir del círculo vicioso de la pobreza.

En conclusión, la situación de nuestra economía es muy delicada, tal como lo han venido advirtiendo economistas serios que no venden sus ideas por jugosas comisiones o por cargos  públicos. El modelo económico que se ha estado ejecutando ha demostrado que no resuelve los problemas fundamentales de la población, sino que los acentúa, y la forma inescrupulosa,  ineficaz y malsana con que han sido administrados nuestros recursos ha colocado al país al borde de una crisis económica y social de grandes proporciones.

Ese modelo económico y social sólo promueve la desigualdad y los bajos niveles salariales. De hecho, los salarios reales, que se redujeron drásticamente por la crisis del 2003, aún no se han recuperado. Todo programa de desarrollo de cualquier gobierno debe contemplar una mejoría significativa en las tres dimensiones del índice de desarrollo humano: una vida larga y saludable, acceso de niveles de educación de calidad y un nivel de vida digno. Está comprobado que los programas que ha implementado el gobierno dominicano han fracasado estrepitosamente en lograr esos objetivos y que el crecimiento económico no se ha traducido con la misma intensidad en las áreas de la salud, educación y calidad de vida, ni en una mejor distribución de los ingresos.

Si bien es cierto que Danilo Medina ha aumentado su popularidad política mediante contactos directos con los ciudadanos, con el aumento del presupuesto a la educación, la negociación con la Barrick Gold y con visitas sorpresas a comunidades del interior del país, ordenando la realización de pequeñas obras y aportes para satisfacer necesidades aisladas, también es cierto que los problemas económicos y sociales dominicanos son tantos, complejos y de tal envergadura que es imprescindible que sus soluciones obedezcan a una estrategia definida de desarrollo y no al clientelismo y a la demagogia.

Esa visión del actual Presidente podrá ser útil para una posible reelección, de la cual ya se está hablando apenas transcurrido un año desde su toma de posesión, pero es completamente inservible a la luz de las grandes debilidades institucionales que impiden que las entidades gubernamentales encargadas de resolver los problemas que el Presidente comprueba personalmente puedan cumplir con su misión.

Lo lamentable es que parece muy difícil que el Presidente Medina tome la decisión de cambiar el rumbo económico y social que lleva la República Dominicana, pues su política de parches y de clientelismo le está dando magníficos resultados políticos, aun cuando perjudique a las grandes mayorías nacionales que tienen sus ojos cerrados por la ignorancia frente a la realidad agobiante que vivimos.

Aunque es urgente un cambio de modelo económico para hacer un mayor énfasis en aumentar la producción y la productividad y adoptar una política de inclusión social que alivie sustancialmente los problemas que padece la generalidad de las clases más bajas, el gobierno no parece inclinado a ello.

La única manera de lograr el cambio que se requiere para que el Gobierno y los políticos varíen su actitud y se adopten políticas que beneficien a la mayoría de la población y no a la minoría compuesta por los políticos y los ricos, es que el pueblo se haga consciente de su poder y lo ejerza.

Pero quizás eso es pretender demasiado, a la luz de la ignorancia, apatía e idiosincrasia de este pueblo.

Nota: Pido disculpas a mis lectores porque la configuración de mi Blog me ha impedido anexar los cuadros estadísticos que han servido de base para el análisis contenido en mi Artículo. He adjuntado esos cuadros a las personas a quienes he enviado directamente este artículo. Sin embargo, aquellas personas que accedan a mi Blog y no dispongan de dichos cuadros solo tienen que escribirme a eddyleyba@hotmail.com para solicitarlos. Con mucho gusto se los enviaré. 

Wednesday, June 05, 2013

Un Pueblo Esclavo, Indolente y Servil

"Los pueblos rebeldes caminan hacia la libertad; los pueblos sumisos marchan hacia la esclavitud".
Librado Rivera (1864-1932), Político y Periodista Mexicano

Cuando comencé a escribir estos artículos en el mes de julio del 2010, me sentía entusiasmado pensando que estaba cumpliendo con mi deber ciudadano al compartir mis ideas sobre las causas que originaban la calamitosa situación que afecta a las grandes mayorías del país y sobre aquellas que se relacionan con el enorme peso que recae sobre la clase media, al tener que subsidiar a casi la mitad de la población dominicana y transferir recursos al pequeño porcentaje que constituye la acaudalada oligarquía dominicana, sector que está compuesto por empresarios y gente que llegó a acumular millones por distintas vías, así como por una clase política que se ha enriquecido desmedida e impunemente con el paso de los años, especialmente en los últimos 16 años.

Creía que mis escritos contenían verdades irrefutables que contribuirían a crear una mayor consciencia en las personas que los leyeran y confiaba que en algún momento los dominicanos tendríamos el valor, la dignidad y la rectitud para reclamar no sólo los derechos que consagra la Constitución a nuestro favor, sino también para protestar contra todos los desmanes y escándalos a los que nos someten frecuentemente los gobernantes, funcionarios y políticos a quienes hemos permitido cobardemente que se conviertan en los dueños del país y de nuestras vidas.

De igual forma, consideraba que si demostraba a mis lectores que los dominicanos hemos estado pagando religiosamente impuestos a un sector público voraz, que además ha contraído un endeudamiento excesivo, sin que la sociedad reciba los servicios y beneficios que tales hechos suponen, iban a producirse acciones por parte de las organizaciones de la sociedad civil, de la iglesia católica y de la misma ciudadanía que mantuvieran una presión permanente para que el gobierno se viera obligado a cumplir con la leyes nacionales y con los deberes que le asigna nuestra Carta Magna.

Pensé que lo que plasmé en mis artículos evidenciaba la perversidad de nuestros políticos y gobernantes, quienes, en vez de propiciar el desarrollo económico y social de la República Dominicana, se han convertido en un obstáculo para el avance de la sociedad, en una fuente de desequilibrio social que ha deteriorado significativamente nuestra calidad de vida y nos ha colocado en una difícil situación de inseguridad y empobrecimiento, que se matizan con reiterados escándalos de corrupción, narcotráfico, lavado de dinero e injusticia social.  

Por supuesto, no he sido yo el único que ha vivido esta experiencia frustrante de ver la indiferencia y apatía de nuestro pueblo. Una tras otra, las numerosas denuncias de corrupción, con presentación de pruebas irrebatibles, que han hecho periodistas investigadoras, no han servido más que para satisfacer el morbo que nos caracteriza, sin que tales denuncias hayan merecido ni siquiera un escrutinio serio por parte de las autoridades, ni el apoyo de instituciones privadas, de la cúpula de la iglesia católica o de los periódicos nacionales y otros medios de comunicación. Los demás hemos actuado como si estuviéramos en una fiesta.

Menos atención se ha prestado a los numerosos escritos sobre corrupción, irregularidades, inseguridad y problemas de eficiencia en el gobierno que han hecho articulistas prestigiosos en periódicos impresos y digitales. Sus análisis sobre situaciones que afectan negativamente a la población han debido generar en nosotros  un rechazo a la forma en que se conducen los asuntos oficiales y motivarnos a protestar con firmeza y persistencia contra esas realidades. Lamentablemente no ha sido así.

La reciente acción legal del Dr. Guillermo Moreno contra las violaciones cometidas por Leonel Fernández y Funglode, apoyada en una documentación voluminosa y pertinente, debió merecer el respaldo masivo tanto de la clase media dominicana, que tiene, quizás, un poco más de consciencia de lo que realmente ocurre en nuestro país, como de las organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, dejamos solo al Dr. Moreno y ese carácter pusilánime que nos caracteriza hizo posible que la Procuradora Fiscal del Distrito Nacional archivara el expediente y, de paso, otorgara abiertamente una licencia de impunidad a todos los ladrones de cuello blanco, de antes y de ahora, bajo el pretexto de que en la legislación dominicana el delito de corrupción no está claramente tipificado.

El Dr. Moreno fracasará rotundamente en su intento por enjuiciar a Fernández, no porque las instancias judiciales rechacen, como es de esperarse, su iniciativa legal, sino porque los cientos o miles de dominicanos que estamos convencidos de que este último ha sido un violador consuetudinario de las leyes, hemos decidido permanecer al margen del caso, lo cual es vergonzoso y repugnante.

Tengo la plena seguridad de que en la República Dominicana puede producirse el mayor escándalo de corrupción o de complicidad de las autoridades con el narcotráfico o delitos sumamente graves por parte de quienes nos gobiernan y nada sucederá, ni ahora, ni en el futuro.  Esos excesos seguirán siendo parte del mismo circo de siempre que nos fascina. Podrán protestar unos cuantos, pero, al final, todo continuará como hasta ahora. 


!!Cuán bajo hemos caído en la renuncia de nuestros principios y valores!!

Cuando Emilio Prud’Homme escribió el Himno Nacional, su mente y su alma estaban impregnadas por el valor personal y los hechos heroicos de los independentistas, de los que lucharon contra la anexión a cualquier otro país, de los que enfrentaron las invasiones haitianas y de todos los que prefirieron morir antes que sucumbir cobardemente frente a los enemigos de la patria.

Los dominicanos de hoy somos la antítesis de los hombres y mujeres del siglo XIX. Somos el fiel testimonio de un pueblo esclavo, indolente y servil. Esclavos, porque un grupo de políticos y de otros demagogos son nuestros amos, al someternos rigurosa y fuertemente a su voluntad; indolentes, porque el sufrimiento de nuestros conciudadanos y de nuestra deplorable condición como sociedad no nos conmueve, no nos afecta y somos insensibles ante el dolor de los demás; y serviles, porque hemos mostrado excesiva sumisión, adulación y adhesión a una autoridad corrupta y violatoria de la ley.

Es, precisamente por eso, que,  contrariamente a los que muchos piensan, en la República Dominicana no existen, ni existirán en el corto o mediano plazo, democracia y libertad.



Monday, May 27, 2013

El Desastre de la CAASD


"Como los servicios que el Estado nos presta son una imposición, los servicios que nos exige en pago también son una imposición, y muy apropiadamente se les llama impuestos".
Frédéric Bastiat (1801-1850), Escritor y Economista Francés

El pasado sábado 18 de mayo, el periódico “El Nacional” publicó en su página 2 una noticia que debió no solamente causar una gran alarma en la ciudadanía, sino crear un movimiento nacional para reclamar una solución oportuna a la grave situación que dicha noticia describe.

El Director de la Corporación de Acueducto y Alcantarillado (CAASD) describió un panorama deprimente con relación al sistema sanitario al manifestar lo siguiente:

      (a) Ocho de las doce plantas para el tratamiento de aguas residuales que tiene la CAASD están fuera de servicio;
    
      (b) El costo de reparación fluctúa entre US$35 y US$40 millones;
  
      (c) Debido a la falta de infraestructura sanitaria, el 95% de las aguas negras del Gran Santo Domingo va a los ríos, al mar o al subsuelo, contaminando los pozos que surten de agua a una parte de la población;
   
      (d) Se está perdiendo el 54% de la producción total de agua, debido a averías y fugas en redes de distribución que sobrepasan los 30 y 40 años, así como a la irracionalidad en el consumo y en el manejo del sistema; y
    
      (e) Se requieren más de US$1,000 millones para resolver todos los problemas arriba descritos, pero cuya solución definitiva, aunque los trabajos se iniciaran ahora,  tomaría no menos de 20 años.

Sin embargo, la noticia aparentemente pasó desapercibida o a todos nosotros que somos los afectados no nos preocupa en lo más mínimo y, por tanto, lo que se ha publicado no ha tenido ni tendrá ningún impacto hasta que la crisis que pronto tendremos encima adquiera un carácter de pánico colectivo.

No obstante lo anterior, la realidad es que la sociedad dominicana está más que consciente de que a la CAASD se han destinado miles de millones de pesos de nuestros impuestos y hemos apoyado que organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, le otorguen préstamos extraordinarios, todo ello para que el pueblo pueda disponer de un servicio eficaz de agua potable y un sistema de alcantarillado que evite la contaminación de los ríos y el subsuelo.

De hecho, la CAASD ha proyectado la construcción de un nuevo acueducto, a un costo de US$300 millones, para suplir agua a los Municipios de Santo Domingo Norte y Este. Así mismo, el BID aprobó un financiamiento de US$612 millones para la ejecución de un Plan Maestro de Alcantarillado Sanitario para los próximos 20 años. ¿Cuántas veces se van a financiar los mismos trabajos? Debe ser la enésima vez que usted escucha lo mismo y, sin embargo, continuamos teniendo los mismos problemas. ¿Se ha preguntado usted alguna vez qué ha pasado con enorme cantidad de dinero que ha recibido la CAASD en las últimas décadas?

Nada de lo que debe hacer la CAASD en beneficio de la ciudadanía ha podido lograrse (lo cual es también una constante en las demás instituciones públicas) y todos los recursos financieros que a través de todos estos años debieron emplearse en brindar un servicio básico a la población han ido a parar a los bolsillos de los funcionarios, a mantener una nómina supernumeraria y repleta de incompetentes y a despilfarrarse en gastos superfluos y en inversiones a las cuales no se les da el seguimiento y cuidado necesarios.

Como este es un pueblo que acepta y apoya todos los escándalos y perjuicios causados por las autoridades que ha elegido y es incapaz de unirse para reclamar sus derechos, esperemos entonces que llegue el desastre.

Tuesday, May 14, 2013

La Gran Generosidad del Pueblo Dominicano


"Evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa".
John Maynard Keynes (1883-1946), Economista Británico

Los ciudadanos dominicanos somos sumamente generosos. Nos desprendemos fácilmente del dinero que tanto nos cuesta producir y que podría servir para atender nuestras necesidades familiares y del hogar y lo entregamos, sin chistar, a un gobierno incumplidor de sus deberes y que dilapida nuestros escasos fondos en gastos superfluos, innecesarios y malsanos que atentan contra nuestros propios intereses como seres humanos.

Los dominicanos aportaremos este año 2013 la elevadísima suma de RD$384,425 millones para que el gobierno la emplee en financiar sus gastos. No satisfechos con eso, lo hemos autorizado a erogar RD$114,500 millones adicionales porque esos recursos no le resultarán suficientes y necesitará gastar más, por lo cual tiene que incurrir en un déficit fiscal que será financiado con un mayor endeudamiento público; un endeudamiento que pagaremos nosotros, como todo lo que gasta el gobierno.

Sin que a nosotros los dominicanos nos inquiete para nada, el promedio anual del déficit fiscal del gobierno fue de unos RD$54,000 millones durante el período 2000-2011 y de aproximadamente RD$150,000 millones en el 2012. El hecho de que los recursos presupuestales no se empleen en promover un verdadero desarrollo económico y social en beneficio de toda la ciudadanía, sino que su uso sólo sirva para consolidar el desorden y la corrupción permanentes en que vive este país, tampoco nos causa preocupación.

Algo que no debe sorprender a nadie es que el gasto total del gobierno haya aumentado un 15% anual en promedio en los últimos ocho años, alcanzando su nivel máximo el año pasado 2012, cuando se incrementó en un 40%. ¿De dónde salió todo ese dinero? De nuestros bolsillos, por supuesto, y de préstamos internacionales y de bancos locales, los cuales (capital, intereses y comisiones) también debemos cubrir nosotros.

Y eso será así cada año por los próximos cuatro años, de manera que el Gobierno necesitará endeudarse, durante ese período, a un ritmo de RD$200,000 millones anualmente, lo cual es realmente insostenible. Pero nosotros los dominicanos esperaremos pacientemente a que llegue ese momento, para entonces dejar irresponsablemente las posibles soluciones, si es que las hay, en manos de nuestros adorados políticos.

Y como a la generalidad de nosotros, los dominicanos, no nos interesa investigar sobre estos asuntos, ni tampoco reclamar nuestros derechos, el gobierno se mantiene haciendo lo mismo año tras año, con toda impunidad. Nos circunscribimos a mantener una actitud quejumbrosa cuando el gobierno aumenta los impuestos, pero, al final, nos sentimos resignados y satisfechos con las explicaciones que nos dan y preferimos mantener una actitud pusilánime y conformista, sin consciencia alguna de lo que está ocurriendo, ni de lo que es nuestro deber hacer al respecto.

Sin embargo, para ser justos, habría que decir, no obstante la afirmación anterior, que existe un pequeño grupo dentro de nuestra sociedad al que sí le duele tener la obligación de hacer más ricos a los que ya son ricos, a costa de su propio nivel de bienestar. A ese pequeñísimo grupo le aflige observar cómo el crecimiento económico que ha logrado el país en las últimas décadas sólo ha beneficiado a un porcentaje insignificante de la población (a los políticos y a los ricos), mientras la pobreza y el atraso crecen gradualmente, pero de manera persistente.

Nuestra generosidad es especialmente patente con periodistas y comunicadores sociales. Además de los sueldos que reciben de sus distintas empresas, los dominicanos les pagamos igualmente una importante suma extra a través del gobierno, para que sirvan lealmente a los gobernantes y al partido en el poder, y llegamos, incluso, a otorgarles excelentes pensiones. Pero no nos detenemos ahí, sino que hemos sido capaces de respaldar el pago de sumas mensuales sustanciales a personajes bien conocidos, para que incurran en la práctica ilegal de intervenir numerosos teléfonos privados y de políticos de la oposición, así como de empresarios y figuras que son vigiladas por los gobiernos de turno mediante videos y mecanismos de espionaje. Como esos personajes prestan tan importantes servicios al Gobierno, se han convertido en gente poderosa, que tienen custodia militar y muchos privilegios costeados por nosotros, lo cual nos causa gran satisfacción.

Mientras el sector privado se contrae, debido a la voracidad y controles fiscales, los dominicanos aportamos todos los años una enorme cantidad de fondos para que el sector público (gobierno central e instituciones descentralizadas) continúe creciendo desmesuradamente, de modo que dicho sector se ha convertido en un ente totalmente hipertrofiado e ineficaz y es muy difícil que esa realidad tan negativa para todos nosotros pueda revertirse. Tal parece que estamos condenados a vivir en un caos permanente, pero lo aceptamos gustosos.

Nuestra generosidad llega al extremo de cubrir las llamadas “nominillas” que favorecen a los “compañeros” del partido, así como los sueldos y beneficios marginales de más de 125,000 empleados y funcionarios públicos que no aportan nada a la administración estatal y que este año 2013 consumirán cerca de RD$120,000 millones del presupuesto nacional. 

De igual forma, continuaremos beneficiando con más de RD$6,000 millones a los miembros de ese antro que los dominicanos llamamos “Congreso Nacional”, para que cobren sin trabajar, puedan seguir disfrutando de sus “barrilitos”, dietas, bonificaciones, exoneraciones, pensiones excesivas y pagos extraordinarios; para que sancionen leyes y contratos por conveniencia política y continúen extorsionando a inversionistas nacionales y extranjeros para aprobar proyectos. Pero esas son cosas que aparentemente nos divierten y contribuyen mucho al circo que nos gusta tanto, aunque nos cueste tan caro.

Por otra parte, los dominicanos nos sentimos bien orgullosos de haber logrado que se destine el 4% del Producto Interno Bruto a la educación y, por ende, a sacar de nuestros bolsillos RD$99,600 millones para que se gasten a través del Ministerio de Educación, todo con el fin de que, con la misma base profesoral mediocre que no desea actualización ni asesoramiento externo y con los mismos sistemas académicos anacrónicos, se intente bajar un poco el altísimo porcentaje de estudiantes que fracasa cada año en las pruebas nacionales, al obtener calificaciones por debajo de 65%. En ese sentido, nos hemos mostrado de acuerdo en que la mayor parte de esa suma se destine a aumentar los sueldos de los pobres profesores, a mejorar la infraestructura física, a la compra de mobiliario y materiales y al aumento en los salarios de los numerosos funcionarios y empleados del Ministerio, incluyendo a quien lo dirige, gastos éstos que nada tienen que ver con elevar el nivel de educación de nuestros niños y jóvenes, pero que nosotros no tenemos miramiento en financiar, pues el dinero nos sobra.

Uno de los sectores que goza de nuestra preferencia en la asignación de cuantiosos recursos es, indudablemente, el de los choferes públicos, reunidos la mayoría de ellos en decenas de sindicatos que están representados por cuatro o cinco chantajistas a quienes los medios de comunicación llaman “empresarios”, sin que sepamos los nombres de sus empresas. Hemos aprobado que a estos facinerosos les asignen dos pesos por cada galón de combustible que consumimos, lo cual se convierte en un montón de millones de pesos. Pero contribuimos con gusto, para que estos “padres de familia” mantengan un monopolio y puedan maltratar a su antojo a los pasajeros en sus vehículos desvencijados, mientras también autorizamos la importación de cientos de vehículos nuevos con planes tipo “Renove” que  sólo sirven para derrochar nuestro dinero. Recientemente, hasta hemos consentido que se entreguen a esos llamados “sindicatos” las rutas alimentadoras del Metro y todo ello porque queremos mantener “la paz social” sin tocar, ni con el pétalo de una rosa, la sensibilidad de estos energúmenos.

Nos ha sido muy grato haber apoyado, con nuestro dinero, que a las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la DNCD y a otros organismos de "protección e inteligencia" se les asignen unos RD$44,000 millones en el 2013. Así tendremos una creciente inseguridad, delincuencia, narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de haitianos, actividades en las cuales generalmente intervienen, como cabecillas o participantes, esas mismas autoridades, que paradójicamente son las encargadas de perseguirlas y controlarlas. Nunca como ahora el nivel de inseguridad ha sido tan alto, sin que se vislumbre una solución a corto o mediano plazo, no obstante los numerosos "planes" del Gobierno, pasados o presentes, para poner fin a esa situación. Pero eso constituye una parte importante de nuestra diversión y morbosidad cotidianas y da lugar a interesantes temas de conversación.

En razón de que le hemos permitido al Gobierno un endeudamiento sin límites, para este año usted, todos los demás dominicanos y yo tendremos que destinar el 40% de todo el dinero que entregamos al Gobierno para que se cubra el servicio de la deuda pública. No contentos con eso, hemos consentido que un poco más de un 20% de los fondos totales que pagamos por impuestos se escape anualmente a través de los eficientes mecanismos de corrupción que benefician a las autoridades que nos gobiernan, así como a sus compañeros de partido, asociados, familiares, allegados, amigos y relacionados. Al permitir con nuestro silencio y nuestra complicidad que esos actos de corrupción queden en la absoluta impunidad, los ciudadanos dominicanos hemos podido lograr, exitosamente, que una gran parte de nuestros políticos y sus secuaces hayan acumulado un grado tal de riquezas que ya se han convertido en un nuevo grupo oligárquico, con un inmenso poder económico que compite favorablemente con el de la clase empresarial y rica del país.

De hecho, no hay aporte que nos llene de mayor satisfacción que los fondos que se destinan a los partidos políticos para que sus dirigentes los gasten y los roben a su gusto, sin ningún tipo de control. Han sido más de RD$8,000 millones desde que se instauró esa merecida asignación a nuestros amados políticos, la cual ha contribuido a que se adueñen del país y de nuestras riquezas y a que, una vez en el poder, nos opriman y fomenten la ignorancia y la exclusión social.

Otro despilfarro grande con cargo a los impuestos que pagamos al Gobierno, y que nos complace financiar, ocurre con el cáncer que constituye el sector eléctrico, enfermedad que padecemos desde hace apenas unos 50 años. Los apagones y daños a nuestros equipos eléctricos que han tenido lugar durante décadas nos han causado gran regocijo y es en esa virtud que no sólo dimos nuestra aprobación para que el Gobierno volviera a asumir el control de las distribuidoras de electricidad, con lo cual condenamos a la ineficiencia a todo el sistema eléctrico, sino que anualmente  hay que hacer frente a un subsidio cada vez mayor, pero con un servicio cada vez peor. 

Los interminables y frecuentes apagones, que harían casi imposible la vida a los ciudadanos de países civilizados, no tienen ningún impacto sobre nosotros, pues nos hemos ajustado perfectamente a esa situación calamitosa y estamos dispuestos a soportar peores condiciones. Para el 2013 se prevé que el Gobierno tendrá que erogar más de RD$50,000 millones por el subsidio eléctrico y ya se ha embarcado en proyectos para construir nuevas plantas a carbón, las cuales se convertirán eventualmente en ruinas con un costo enorme, como todo lo que toca el Gobierno. Pero no importa, nosotros seguiremos callados, autorizándolo todo.

Si el servicio eléctrico es tan precario y lo soportamos gustosamente, más desastroso ha sido por décadas el suministro de agua potable, a pesar de que lo hemos financiado con miles de millones de pesos para la construcción o mejoramiento de acueductos, sin que los resultados hayan beneficiado para nada a la ciudadanía. Al contrario, en adición a ese voluminoso financiamiento la clase media ha tenido que construir cisternas y pozos para consumir agua contaminada y la clase más pobre no tiene más remedio que hacer lo imposible para conseguir un poco del preciado líquido. Pero esto es algo que aparentemente nos agrada, porque nunca hemos reclamado nada. 

¿Y qué decir de las demás áreas del Gobierno, tales como los Ministerios de Relaciones Exteriores, con su carga de Cónsules y oficiales diplomáticos acreditados en otros países, pero con presencia permanente en la República Dominicana, Salud Pública, Agricultura, Obras Públicas, Migración, Industria y Comercio, Hacienda, y tantos otros? ¿Y del Poder Judicial, uno de los más podridos de América Latina? Nuestra exagerada generosidad nos lleva a continuar aumentando cada año los presupuestos de estas dependencias oficiales, a pesar de los severos perjuicios que nos causan, pero que no nos inmutan en lo más mínimo.

Es obvio que muy pocos dominicanos nos hemos preguntado alguna vez si existe alguna actividad o institución, de las que maneja el Gobierno, que funcione bien para beneficio nuestro. Aunque conocemos perfectamente la única respuesta que existe, nosotros jamás nos sentimos indignados por ese hecho. Al contrario, nuestra única reacción consiste en señalar a otro Gobierno que lo hizo peor, contentarnos con el que tenemos y defenderlo contra viento y marea.

En países con un grado más alto de civilización y de consciencia, la ciudadanía nunca toleraría las grandes fallas que presenta diariamente un Gobierno como el nuestro. Es impresionante el nivel de ignorancia, cobardía, mediocridad y apatía que se requiere para soportar el caos, la violación a las leyes y derechos ciudadanos y la ausencia de servicios eficaces a la población que representa nuestro sector público. Pero esa es, lamentablemente, nuestra realidad. Una realidad que produce, como única reacción en nuestros compatriotas, el deseo de largarse de aquí, porque no hay discernimiento, valentía, ni patriotismo para nada más.

Mientras tanto, tal parece que nuestra creciente generosidad continuará durante mucho tiempo más.  ¡Que siga la fiesta!

Tuesday, May 07, 2013

¿De qué Sirvió?

"Cuando las miserias morales asolan a un país, la culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella".
José Ingenieros (1877-1925) Ensayista Crítico ítalo-argentino

El pasado 24 de abril se conmemoró el 48vo. aniversario del inicio de la Revolución de Abril de 1965, acción militar emprendida por un grupo de jóvenes oficiales que trataron de reponer a Juan Bosch en la Presidencia de la República, de restablecer la Constitución que fuera aprobada en 1963 y de erradicar los altos niveles de corrupción existentes en las Fuerzas Armadas. Una gran cantidad de esos oficiales y miles de civiles y militares murieron durante la insurrección armada y con posterioridad a la misma.

Así como sucedió con ese hecho trascendental de la República, ha habido otros muchos episodios de nuestra historia en los cuales héroes dominicanos ofrendaron sus vidas para que este pueblo pudiera disfrutar de un mejor futuro.

Sin embargo, es penoso constatar que, no obstante los sacrificios personales y materiales de esos valientes y el largo tiempo transcurrido desde nuestra independencia hasta ahora, las aspiraciones que los guiaron a inmolarse por el pueblo dominicano no han podido hacerse realidad.

Al contrario, seguimos teniendo un país extraordinariamente rico, pero habitado por ciudadanos sumidos en el atraso. Nuestra cruda verdad es que un alto porcentaje de la población vive en la pobreza o en la pobreza extrema, mientras la clase media sirve de sostén a los pobres y de transferencia de recursos hacia los ricos. La gran mayoría de los dominicanos  no ha logrado terminar sus estudios primarios o secundarios y sólo una proporción mínima de la población ha cursado estudios universitarios o de post grado, al tiempo que la educación en cualquiera de esos niveles es desactualizada y su calidad muy inferior. De hecho, aún entre profesionales, el amor a la lectura y a la actualización de conocimientos es bien bajo.

Más vergonzoso aún es comprobar que los dominicanos, en general, no aman a su patria. La mayoría se marcharía al exterior si pudiera tener visas de otros países, especialmente de los Estados Unidos. Con el paso del tiempo, se han perdido los valores patrióticos, cívicos y morales y las muestras de solidaridad con nuestros hermanos son cada vez más escasas.

Son relativamente pocos los dominicanos que conocen bien la historia de su país y por esa razón se repiten muchos de los errores que se cometieron en el pasado. Vivimos alejados de nuestros deberes y desconocemos cuáles son los derechos que consagra la Constitución a nuestro favor y si en verdad se cumplen. 

La juventud de este país exhibe patrones de comportamiento que están muy alejados de los ejemplos que nos dieron los jóvenes que, a través de los procesos históricos que vivimos desde los años de la independencia hasta mediados de la década de 1970, sacrificaran sus vidas para que las futuras generaciones pudieran tener una mejor nación.

Hemos permitido que políticos malvados, inescrupulosos y ambiciosos hayan usado el poder para robarnos los sueños y el patrimonio que quisieron legarnos esos héroes. Vivimos ahogados con la pesada carga de insoportables impuestos que no han servido para beneficiar al pueblo, sino para convertir al sector público en un organismo totalmente hipertrofiado que nos agobia y que es incapaz de cumplir con sus funciones fundamentales de servir como ente regulador, compensador y estratégico. De ahí que todas las áreas que maneja ese sector se hayan convertido en un verdadero desorden y resulten en la inobservancia de las leyes, normas, procedimientos  y reglamentos que deberían regir el correcto funcionamiento del país.

Por eso tenemos un endeudamiento público que ha llegado a niveles escandalosos y cuyo pago consume casi la mitad del presupuesto nacional y que se utiliza, esencialmente, como instrumento de política económica para aumentar la reserva monetaria del Banco Central, para controlar la tasa de cambio y el nivel de inflación y para cubrir huecos fiscales. Lo cierto es, sin embargo, que el nivel de la deuda global se ha tornado inmanejable y compromete, de manera creciente, nuestras vidas y nuestra soberanía como nación.

Simultáneamente, una política fiscal perversa por parte del Gobierno nos ha conducido a un círculo vicioso de déficit presupuestales y endeudamiento que frecuentemente nos arrastran a nuevos y mayores impuestos, los cuales no tienen un impacto positivo en el desarrollo económico del país y no contribuyen a resolver, ni transitoria ni permanentemente, nuestros graves problemas nacionales. Así, el crecimiento económico logrado en los últimos años sólo ha beneficiado a una minoría de ricos, incluyendo a la nueva oligarquía política, en tanto sigue creciendo la pobreza y el mayor peso recae sobre la clase media.

Por otra parte, las instituciones estatales no cumplen su función de facilitar las gestiones oficiales de los usuarios, sino que se convierten en serios obstáculos que retrasan y encarecen esas gestiones. Los tres poderes del Estado son inoperantes, pues ninguno representa los intereses genuinos del pueblo dominicano, por lo cual sólo los ignorantes, que son la mayoría, pueden creer que aquí existe una verdadera democracia. Somos un país haitianizado y en proceso de convertirse en poco más de una década, junto con Haití, en una sola nación, única e indivisible, como expresara recientemente el cantante Presidente del vecino país, ante la mirada indiferente, cobarde y anti-patriótica de toda la sociedad.

La improvisación, la corrupción, la impunidad y el uso de los recursos públicos por parte de los gobernantes, para enriquecerse y favorecer a compañeros de partido, a sus familiares, amigos y relacionados, han sido prácticas comunes en el pasado  y en el presente, por más que se pretendan ocultar o negar.

Ante ese sombrío panorama, me pregunto yo: ¿De qué ha servido que cientos de héroes hayan ofrendado sus vidas para que las generaciones que les sucedieran pudieran tener un mejor país, con democracia, libertad, bienestar y justicia social?

¿De qué sirvió el enorme sacrificio de nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, guía y líder de los Trinitarios y quien dio su vida física, su paz espiritual y comprometió todos sus bienes y los de su familia, para que sus conciudadanos lograran su independencia el 27 de febrero de 1844?

¿De qué sirvieron los años de consagración patriótica y la muerte del Mártir de El Cercado, Francisco Sánchez Del Rosario, a quien Pedro Santana Familia ordenó fusilar el 4 de julio de 1861 junto a Manuel Baldemora, Julián Morís, Benigno del Castillo, Gabino Simonó Guante, Domingo Piñeyro Boscán, Félix Mota, Francisco Martínez, José de Jesús Paredes, Prudencio Rudesindo de León, Juan Erazo, José Antonio Figueroa, Pedro Zorrilla, Juan Dragón, León García, José Corporán, Epifanio Jiménez, Luciano Solís, Juan de la Cruz, Juan Gregorio Rincón, Baltasar Belén y Romualdo Montero?

¿De qué sirvieron los esfuerzos de decenas de patriotas que pelearon denodadamente para impedir la anexión de la República Dominicana a España desde 1945 hasta 1963 y que incluyen a María Trinidad Sánchez, Manuel María Gautier, Valentín Ramírez, Domingo García, Francisco Saviñón, Manuel Rojas, José Inocencio Reyes, Timoteo Ogando y muchos otros?

¿De qué sirvió la lucha tenaz para restaurar la independencia el 16 de agosto de 1863, por parte de Gregorio Luperón, Antonio Duvergé, José Del Carmen Contreras Alonso, Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez, José María Cabral, José Antonio Salcedo, Benigno Filomeno Rojas, Pedro Antonio Pimentel, Cayetano Germosén, Eugenio Belliard, José María Rodríguez, Pablo Reyes, José Angulo, San Mézquita, Tomás de Aquilino Rodríguez, José Cabrera, Segundo Rivas, Alejandro Bueno, Juan de la Mata Monción, Sotero Blan, Benito Monción, José María Reyes, Juan de la Cruz Alvarez, Lucas Evangelista Peña, Antonio Passicá, José Ignacio Reyes, Federico Jesús García, Pedro Francisco Bonó, Máximo Grullón, Ulises Francisco Espaillat y de todos los hombres que les acompañaron en esa gesta gloriosa?

¿De que sirvió la muerte de tantos dominicanos que se opusieron tenazmente a los gobiernos totalitarios y corruptos de Buenaventura Báez y Ulises Hereaux (Lilís)?

¿De qué sirvió la muerte de todos los mártires dominicanos que lucharon contra la primera intervención militar de los Estados Unidos de América de 1916 a 1924, incluyendo a Salustiano Goicoechea (Chachá), Vicente Evangelista (Vicentico), Pedro Celestino Del Rosario (El Tolete), Ramón Natera, Cabo Gil, Fabio Fiallo, Américo Lugo, Francisco Henríquez y Carvajal, Emiliano Tejera, Apolinar Henríquez, Federico Godoy, Gregorio Urbano Gilbert, Máximo Cabral, Martín Peguero, José Piña, Luciano Reyes, Marcial Guerrero, Cayo Báez, Félix Laureano, entre otros tantos?

¿De qué sirvió el sacrificio de Alberto Larancuent, Cipriano Bencosme Comprés, Desiderio Arias, Alexis Liz, Buenaventura Sánchez Féliz, Leoncio Blanco, Aníbal Vallejo, Ramón Vásquez Rivera, Eduardo Vicioso, José Selig Hernández y otros muchos que combatieron para liberar al pueblo dominicano de Rafael Trujillo durante los primeros años de su régimen dictatorial?

¿De qué sirvió el sacrificio de Juan Isidro Jimenes Grullón, Ramón Vila Piola, José Daniel Ariza, Rigoberto Seda, Jesús María Patiño, Juan Ulises García, Angel Miolán, Francisco Augusto Lora, José Najul, Félix Pepín, Luís María Helú, Francisco Castellanos, Sergio Manuel Idelfonso (Capori), Federico Guillermo Liz, Leopoldo Bidó, Hellobin Cruz, Rafael Antonio Veras, Germán Martínez Reyna, Nicanor Saleta y otros que participaron en la conspiración contra Trujillo en 1934?

¿De qué sirvió la insurrección de Desiderio Arias en Montecristi en 1931 y de Ramón de Lara, Oscar Michelena y Amadeo Barletta en Santo Domingo en 1935, para deponer el régimen de Trujillo?

¿De qué sirvió el sacrificio del rico ganadero y hacendado dominicano Don Juan Rodríguez, quien aportó su fortuna y esfuerzos personales para la organización de las expediciones de Cayo Confites en 1946 y de Luperón en 1949, con el fin de liberar al pueblo dominicano de la dictadura de Trujillo?

¿De qué sirvió que José Rolando Martínez Bonilla, Fernando Spignolio, Fernando Suárez, Federico Horacio Henríquez (Gugú), Hugo Kunhardt, Salvador Reyes Valdéz, Manuel Calderón Salcedo, Alberto Ramírez, Alejandro Selva, Alfonso Leyton y otros perdieran sus vidas y que Horacio Ornes Coiscou, Miguel Angel Ramírez Alcántara, Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Feliú Arzeno, José Félix Córdova Boniche arriesgaran las suyas y fueran apresados en su intento por derrocar a Trujillo durante la expedición de Luperón el 19 de junio de 1949?

¿De qué sirvió que 54 patriotas desembarcaran en Constanza el 14 de junio de 1959, encabezados por Juan de Dios Ventura Simó, Enrique Jimenes Moya y Delio Gómez Ochoa, y que 6 días después arribaran 96 hombres a Maimón y 48 a Estero Hondo, comandados por José Horacio Rodríguez, José Messón y José Antonio Campos Navarro, muriendo torturados y asesinados prácticamente todos ellos, en aras de que el pueblo dominicano pudiera liberarse de Trujillo?

¿De qué sirvió la muerte de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal el 25 de noviembre de 1960?

¿De qué sirvió la acción de Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio De la Maza, Amado García Guerrero, Manuel Cáceres Michel (Tunti), Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda, quienes ajusticiaron a Trujillo el 30 de mayo de 1961?

¿De qué sirvió el levantamiento en armas contra el gobierno despótico del Triunvirato que llevaron a cabo los héroes de Las Manaclas, San José de los Llanos, Dr. Manuel Aurelio Tavares Justo, Jaime Rafael Ricardo Socías, Federico José Cabrera González, Juan Ramón Martínez (Monchi), Jesús Antonio Barreiro Rijo (Tony), José Daniel Fernández Matos, Rubén Díaz Moreno (Rudy), Domingo Sánchez Bisonó, Manuel de Jesús Fondeur, Leonte Antonio Schott Michel, Fernando Arturo Martínez Torres, Antonio Filión (Manchao), Juan Caonabo Abel, Manuel de los Santos Reyes Díaz (Reyito), Alfredo Peralta Michel (Alfredito), Francisco del Carmen Bueno Zapata, Rubén Alfonso Marte Aguayo (Fonsito), Hipolito Rodríguez Sánchez (Polo), Adolfo González, Negro Rodríguez de Jesús, Arsenio Ortíz Fernández (Cubano), Francisco Peralta Trinidad, Arturo Romero, José Rafael Pérez Modesto, Gonzalo Pérez Cuevas, José Altagracia Suazo, Carmen Lora Iglesias (Piky), José Chaljub Mejía, Luis Adolfo Domínguez, Abel Rodríguez del Orbe, José Aníbal Guzmán, Cruz Peralta, Homero Hernández, Manuel de Jesús Checo, Nathanael Díaz González, Emil Elías Esmurdoc Ariza, Juan Lantigua Javier, Aquiles Reynoso Paulino, Oscar Edgar Cabral Rodríguez, Ramón Euclides Morillo Martínez, Reyes Saldaña, José Antonio Moquete Capell, Juan José Javier Reyes, Gil Alberto Pérez Rijo (Belisario), Lilo Coss Batista, José Dionisio Bautista Fabián, Angel Luís Pertnella Ceballos, Federico Cuello Dávila, Jaime Capell Bello, Enrique Batista Gómez, José Hungría Sánchez, Reymundo Cuevas Sena, Nelio Hernández Bautista, Rafael Faxas Canto (Pipe), Enriquillo Almánzar, Caqui Meléndez, Minaya Fernández, José Antonio Contado, Cristóbal Romás (Cristobita), Félix Gerónimo Escaño Peña, Edmundo Díaz, Daniel Matías, Francisco Tello, Sóstenes Peña Jáquez, Juan Miguel Román, Juan José Matos Rivera, Marcelino Grullón Jiménez, Teódulo Radhamés Guerrero, Bienvenido Aquino Pimentel, Benito Alejo Germán Vargas, Arquímedes Pagán Féliz, Eduardo Rosa Aristy, Luís Peláez, Manuel Lulo, Antonio Mirabal Jiménez, Julio Lora Genao, Freddy Reyes, Marcelino Antonio rosado, José Romero Bella Suriñach, Julio Henríquez Montandón, Marcelino Antonio Vargas Jáquez, Zoilo Batista, Hugo Alberto García Muñóz, Angel Rafael Abud y Manuel de Regla Medrano, la mayoría de los cuales fueron asesinados por dicho régimen?

¿De qué sirvieron los denodados esfuerzos y sacrificios realizados durante los años 1963 a 1965 por los oficiales Rafael Tomás Fernández Domínguez, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Vinicio Antonio Fernández Pérez , Eladio Ramírez Sánchez, Giovanni Gutiérrez, Mario Peña Taveras, Abel Martínez, Aquiles Hernández, Iván Hernández, Miguel Angel Hernando Ramírez, José Israel Pérez Fernández, José Mauricio Fernández, José R. Estrella, Héctor Lachapelle Díaz, Euclides Morillo, Ilio Capocci, Juan María Lora Fernández, Juan Miguel Román y muchos otros militares honestos para reponer a Juan Bosch en la Presidencia, restituir la Constitución de 1963 y hacer respetar tanto la voluntad popular manifestada en las elecciones del 20 de diciembre de 1963, como la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas?

¿De qué sirvió la muerte de más de 2,800 civiles y de 600 Constitucionalistas durante la Revolución de Abril de 1965, muertes que fueron el resultado de la traición de militares y civiles a su patria y a los principios constitucionales, para permitir que los Estados Unidos de América nuevamente mancillara la soberanía nacional con una intervención militar de 42,000 marines que cometieron horrendos crímenes de guerra?

¿De qué sirvieron las muertes de cientos de jóvenes estudiantes, militares constitucionalistas, profesionales, sindicalistas, periodistas y opositores a los gobiernos tiránicos y corruptos de Joaquín Balaguer, especialmente durante los gobiernos consecutivos que encabezó de 1966 a 1978, incluyendo a Henry Segarra Santos, Amín Abel Hasbún, Guido Gil Díaz, Maximiliano Gómez (El Moreno), Amaury Germán Aristy, Virgilio Eugenio Perdomo Pérez, Ulises Arquímedes Cerón Polanco, Bienvenido Silveira Leal Prandy (La Chuta), Mario Balderas, Asdrúbal Domínguez, Narciso González, Orlando Martínez Howley, Otto Morales, Tito Monte, Sagrario Ercira Díaz, Rubén Santana, Tulio Rivas, Armando Díaz, los 5 jóvenes del Club Héctor J. Díaz, Gregorio García Castro, Eladio Peña de la Rosa, Florinda Soriano (Mamá Tingó), Manfredo Casado Villar, Guillermo Peláez, Rolando De la Maza, Radhamés García, Vinicio Antonio Franco, Juan Rafael Bisonó Mera, Miguel Reyes Santini, Ramón Emilio Mejía (Pichirilo), William Jiménez, Luís de Peña, Vidal Peguero, Orlando Mazara, Roberto Basilio Perdomo,  Roberto Nivar, Flavio Suero, Modesto Rodríguez, Héctor Santiago, Rafael Mota, Silvio Abud, Salomón Lama, Rafael Vargas, Homero Hernández Vargas, Rafael Guillén, Virgilio Perdomo Pérez, José Vizcaino, Luís Martínez, Guillermo Rubirosa, Héctor García, Rafael Tavares Miolán, entre tantos ciudadanos vilmente asesinados por “La Banda”, “Los Incontrolables” y las fuerzas represivas de Balaguer?

¿De qué sirvió la incursión armada de Playa Caracoles en febrero de 1973 para derrocar a Balaguer y restaurar la Constitución de 1963, realizada por Francisco Alberto Caamaño Deñó, Eberto Geordano Lalane José, Alfredo Pérez Vargas, Ramón Euclides Holguín Marte, Mario Nelson Galán Durán, Juan Ramón Payero Ulloa,  Hamlet Hermann Pérez, Claudio Caamaño Grullón y Toribio Peña Jáquez, muriendo los  primeros seis y capturados y exiliados los últimos tres?

¿De qué sirvió la muerte de más de cien personas y el apresamiento de otras miles durante los tres días de motines civiles que comenzaron el lunes 24 de abril de 1984 para protestar contra el aumento de los precios de los artículos de primera necesidad, la devaluación del peso dominicano y la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional?

En fin, ¿De qué sirvieron todas esas muertes y sacrificios, que se originaron en un deseo genuino y patriótico de beneficiar al pueblo dominicano, si hemos llegado a pleno siglo 21 y nuestro país continúa viviendo una situación de atraso económico, desorden permanente, injusticia social, endeudamiento extremo, pobreza rampante, ignorancia, violencia, delincuencia, narcotráfico, corrupción, haitianización creciente, servicios públicos ineficaces y poderes públicos que actúan al margen de la Constitución, mientras todo el pueblo que sufre esa situación se mantiene indiferente, con los brazos cruzados, sin hacer ningún esfuerzo efectivo para reclamar sus derechos y alentando con su actitud cobarde a políticos inescrupulosos que continúan haciendo del Gobierno su centro de poder omnímodo y de enriquecimiento ilícito?

Realmente parece que las muertes, sacrificios e iniciativas de nuestros héroes y valientes no sirvieron de nada.