Monday, September 20, 2010

Eramos Héroes y Valientes. Ahora Perdimos Nuestra Hombría.


“Basta un instante para hacer un héroe, y una vida entera para hacer un hombre”.
Pierre Brulat, Pensador Francés

Durante el desarrollo del programa de televisión “Un Tiempo Después” que tuvo lugar a principios de septiembre del 2010, el entrevistado, uno de nuestros hombres nacionalistas y revolucionarios, pero ya entrado en edad, se vio enfrentado a la pregunta de si volvería a luchar y a realizar los sacrificios que hizo por la Patria. Su contestación fue que no, que no lo volvería a hacer. Al ver todo lo que acontece hoy en nuestro país, se había dado cuenta de que su lucha y la de sus compañeros no había rendido los frutos esperados.

Su respuesta fue una confirmación a mi convicción de la transformación negativa que hemos sufrido los hombres de la República Dominicana.

Desde la independencia de nuestro país en 1844 y hasta 1973, los dominicanos podíamos declarar con orgullo nuestra hombría y valentía y hacíamos honor a la cuarta estrofa de nuestro himno que dice: “Más Quisqueya, la indómita y brava, siempre altiva su frente alzará; que si fuese mil veces esclava, otras tantas ser libre sabrá”.

Así lo evidencian las luchas de esos dominicanos para lograr la independencia efímera, la independencia definitiva y la restauración definitiva de esa independencia. También se pone de manifiesto su valentía y su arrojo a través de los esfuerzos y sacrificios que hicieron para recuperar la libertad en regímenes dictatoriales y para defender la nacionalidad durante las dos intervenciones militares de los Estados Unidos.

Los dominicanos de los siglos 19 y 20 se sentían orgullosos de su país y de sus raíces. Las palabras patria, libertad, moralidad, trabajo, honestidad, civismo, rectitud y solidaridad tenían su verdadero significado en la mente, el corazón y el sentimiento de la mayoría de los ciudadanos, especialmente de la juventud.

¡Qué lástima que todo eso haya quedado atrás y que las palabras hermosas del Himno Nacional no sean ahora más que frases vacías, como campanadas que resuenan en el viento!

Los dominicanos de esta época nos hemos convertido en gente indolente, esclava y servil, sin que exista en nuestro pecho aquella llama que templa el heroísmo viril.

¿Para qué murieron, o sufrieron persecuciones y las más horribles torturas, los que promovieron la independencia y la expulsión de los haitianos que ocuparon el país durante 22 años; los que lucharon para restaurar esa independencia y para evitar que la República fuese anexada a, o absorbida por, otra potencia extranjera; los que se rebelaron contra las cobardes maniobras de los gobernantes de la segunda mitad del siglo 19; los que desafiaron y dieron el frente a los Estados Unidos durante sus intervenciones militares; los que combatieron las sangrientas dictaduras de Ulises Heureaux y Rafael Trujillo, especialmente los héroes de 1949 y 1959; los hombres del 14 de Junio y de Las Manaclas; los de la Revolución de Abril y la incursión guerrillera de Caamaño en 1973; así como la gran cantidad de jóvenes revolucionarios, periodistas y opositores que murieron vilmente asesinados durante los gobiernos “democráticos” del “Padre de la Democracia”, Joaquín Balaguer, continuador oficial del Trujillismo, hace apenas unas décadas?

Una parte abrumadoramente importante de la juventud dominicana de hoy no tiene ideales patrios, ni conciencia cívica, porque los conceptos de patria y civismo han sido destruidos deliberadamente por los politicastros que nos han gobernado en las últimas cinco décadas, como también han destruido la educación y fomentado la pobreza para mantener a este pueblo en la más absoluta ignorancia y dependencia económica.

Los jóvenes de clase media y alta están concentrados, más bien, en vivir la vida “light”, entre “jevitas”, “romo”, moda y discotecas, compitiendo siempre al que tenga el celular, el iPod, la lap top, el Nintendo o el arma más avanzados; al que posea la reservación de la mejor mesa en una discoteca; al que beba el trago más caro; al que baile mejor el reggaeton, tenga el automóvil que esté más “greña“o la más potente motocicleta “ninja”, así como la novia que esté “más dura”, todo ello habiendo perdido su civismo y los valores patrios y morales que debieron recibir en el hogar o en el colegio privado.

Por su parte, los jóvenes de la clase baja, la clase más pobre, no tienen ninguna posibilidad de pensar en ideales y mucho menos puede esperarse que tengan conciencia cívica. No solo no han recibido educación, en un país donde las escuelas públicas son un verdadero desastre, como lo es todo lo que toca el gobierno, sino que sus esperanzas de poder asegurar su propio futuro y el de sus familias son sumamente precarias por la falta de empleo y oportunidades de superación y desarrollo personal que existe en la República Dominicana, lo cual los empuja a la mediocridad, la vagancia, el sub-empleo, la delincuencia y las drogas.

¿Qué decir de la mayoría de los dominicanos adultos y maduros?

No amamos nuestro país y nuestro único valor importante es el dinero. Somos indiferentes y apáticos ante el sufrimiento de los seres humanos que nos rodean. Deseamos solidaridad cuando la necesitamos, pero no estamos dispuestos a brindarla a otros en su oportunidad. Estamos concentrados en nuestros propios problemas, afirmando que los demás deben resolver los suyos. Somos severos críticos del desorden imperante en el tránsito de vehículos, pero somos los primeros en manejar temerariamente y en violar todas las disposiciones legales que regulan el mismo. Cumplimos al pie de la letra la Ley del Embudo: Lo ancho para nosotros y lo estrecho para los demás.

Los dominicanos nos quejamos constantemente de la luz que no llega o que se va; de los altos precios; de los elevados impuestos, que unos pagan y otros no; de la precariedad en el suministro de agua potable; de la basura maloliente y que se acumula; del sistema de drenaje y alcantarillado que no funciona; de la ineficacia gubernamental; de la campaña política permanente; de la corrupción rampante; de la impunidad; de los policías y militares corruptos y delincuentes; de los asesinatos por “intercambio de disparos”; del déficit cuasi-fiscal; de la deuda externa; de los funcionarios públicos que han hecho de sus cargos el mejor negocio de sus vidas; de que la justicia sólo funciona para el que tiene poder o acceso a él; del irrespeto a las normas y leyes nacionales; de las mentiras de los políticos; de la creciente violencia y delincuencia que ha llevado a límites sin precedentes la inseguridad ciudadana.

Somos nosotros mismos los que nos quejamos de cómo se encubre y protege a empresarios contrabandistas; de la fuerte penetración de las drogas y el narcotráfico; del lavado de dinero; de la vinculación de altos funcionarios con los narcotraficantes; del caos en el tránsito y en el transporte público; de las continuas alzas en los precios de los combustibles para aumentar la porción de los impuestos al Gobierno; de lo insustancial del discurso político; de la manipulación de las cifras económicas; de los grupos gremiales que venden sus conciencias; de los robos de cables por parte de militares; del lucrativo negocio de políticos y militares con la introducción ilegal de haitianos; de los banqueros condenados por tener bancos paralelos y de los banqueros que fueron protegidos y nunca condenados a pesar de haber hecho lo mismo; del circo diario al que nos conducen los políticos y periódicos y que a nosotros nos encanta; de la supuesta haraganería de los pobres, quienes se transforman en ciudadanos modelos y trabajadores cuando salen del país; del gran negocio que representa para los gobernantes de turno el transporte público a través de fondos como los recordados Plan Renove, el Fondet y otros;

Los dominicanos no cesamos tampoco de quejarnos de los recursos que la mafia que legisla en el Congreso se auto-asigna para manejar recursos públicos a su antojo; de los interminables fondos destinados al Metro, obra costosísima realizada por encima de la voluntad de todo un pueblo para satisfacer el capricho egoísta de un gobernante y cuyos servicios se destinan a un porcentaje ínfimo de la población; de los cuantiosos fondos recibidos por los partidos políticos, sin ningún tipo de control o supervisión; de un Presidente que no le sirve al país; de la exclusión y la injusticia social que afecta a millones de dominicanos; de la desnutrición y enfermedades que padece una gran parte de la población; del dengue que cobra las vidas de niños que pudieron ser valiosos para el país; del deseo que tiene más del 50% de la población de marcharse al exterior; de la pobreza extrema que arropa a casi la mitad de nuestros conciudadanos.

De igual manera, nos quejamos de los aumentos injustificados a los precios de los productos de primera necesidad por parte de comerciantes especuladores y abusadores; del traslado que ha tenido lugar de la inseguridad y delincuencia de barrios supuestamente “seguros” a los barrios residenciales que ahora son también inseguros; del despilfarro de fondos públicos en aviones, autobuses, automóviles, motocicletas y otros vehículos y equipos que luego devienen en inservibles; de la austeridad que rige de modo absoluto para la clase media y la clase pobre pero no para el Gobierno y los politicastros, en violación a su propia ley 497-06 sobre austeridad; del enorme excedente en las recaudaciones fiscales, mientras dejan de cumplirse los programas sociales; del monto extraordinario del presupuesto que se destina a actividades de la primera dama en violación a las leyes vigentes; de las “nominillas” y otras disposiciones para favorecer a los integrantes del partido en el poder; de los fraudes electorales y la utilización de los recursos oficiales para hacer campaña política.

Los dominicanos nos quejamos de esas y de mil cosas más. Nos quejamos hasta el cansancio. No hay reunión de dos o más personas donde el primer tema que salga a relucir no sea el de quejarse de los problemas por los que atraviesa actualmente la nación. Los temas varían dependiendo de cómo cada individuo se siente afectado.

Pero, ¿Cuál es nuestra reacción ante tantos males que nos aquejan? ¿Qué hacemos para enfrentar o remediar las situaciones que producen nuestras quejas?

¿Protestar? ¿Reclamar nuestros derechos? ¿Luchar como lo hacían nuestros antepasados? ¿Morir si fuese necesario para defender los intereses de nuestra familia y nuestra patria? ¿Defender hasta lo último nuestra dignidad como personas y como pueblo?

No. Nuestra reacción es sólo comportarnos como mujercitas quejosas: aquellas que lloriquean porque se sienten indefensas, que se quejan todos los días y que esperan a que llegue un hombre valiente que las sepa defender.

¿Cómo afecta la situación actual a los ricos y a los politicastros?

Los ricos no tienen mucho por qué quejarse, excepto por la inseguridad ciudadana reinante y por haber perdido la enorme influencia que tenían sobre aspectos nacionales de importancia debido a su poder económico, ya que los politicastros dominicanos han dejado de depender de ellos en ese sentido por la ley que ellos mismos aprobaron para dotar de fondos a sus partidos políticos. La corrupción, el chantaje y la extorsión, los beneficios recibidos por lavado de dinero del narcotráfico y las maniobras de la mafia política que dirige la cueva de los ladrones llamada elegantemente “Congreso”, han permitido a los politicastros lograr lo que siempre soñaron: poder económico y un control casi absoluto de la vida nacional.

Mientras tanto, nosotros, la clase media y los pobres, hemos perdido dos de nuestros tesoros más preciados: la voluntad para exigir respeto a nuestra dignidad como seres humanos y la valentía para reclamar, por cualquier vía, nuestro derecho al bienestar, al desarrollo de una vida en sociedad y a recibir, con eficacia y oportunidad, los servicios públicos básicos que debe brindar todo gobierno a sus ciudadanos.

Los dominicanos hemos dejado que los politicastros se burlen abiertamente de nosotros y que en la intimidad nos llamen “pendejos”, mientras nosotros continuamos callados o quejumbrosos ante todas los acontecimientos negativos y las vejaciones que sufrimos diariamente.

Durante muchos años hemos estado pasivamente a la espera de que surja un individuo que asuma el liderazgo de nuestras expectativas, que sea honesto, capaz y bien intencionado, que pueda llegar al poder y transformar la situación política y social en que vivimos y gobierne en beneficio de la población.

Despertemos de una vez. Ese sueño no se realizará mientras continuemos en nuestra zona de comodidad como espectadores pasivos de todo lo que ocurre a nuestro alrededor y nos abandonemos en los brazos corruptos de lobos vestidos de Caperucita, sean políticos o aspirantes a políticos, que buscan afanosamente su tajada en el pastel nacional.

Así como a uno de los legisladores se le ocurrió la imbecilidad de proponer que se cambiara la denominación del peso dominicano y a otros funcionarios aumentarse sus propios sueldos o sus beneficios marginales, así llegará pronto, muy pronto, la época en que los ciudadanos de la República Dominicana lloraremos lágrimas de sangre por todo lo que nos continuará ocurriendo en este caos y desorden, lleno de corrupción, vicios, inseguridades e injusticias, al que nuestros politicastros llaman con orgullo “democracia”.

Sólo nos falta que alguno de los ladrones del Congreso se le ocurra presentar un proyecto de ley que establezca la creación de un impuesto destinado a la construcción de un muro en el malecón, de 36 pulgadas de alto, 50 pulgadas de profundidad y un kilómetro de ancho, de modo que cada hombre dominicano pueda reclinar su delicado y desnudo cuerpo en dicho muro, en un ángulo de 90 grados, con una crema lubricante en la mano derecha y sosteniendo firmemente con su mano izquierda un gancho metálico que le servirá de asidero para cuando le toque el turno a su verdugo.

Entonces vendrán los lamentos y el crujir de dientes.

Saturday, September 04, 2010

Los Politicastros Dominicanos: Facinerosos, Perversos y Ladrones


“El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Lord Acton (1834-1902) Historiador Inglés

El diccionario de la Real Academia Española define al politicastro como un político rastrero, mal intencionado y que actúa con fines y medios turbios. Así mismo, facineroso es el delincuente habitual, un hombre malvado, un corrupto, un malhechor, mientras que ladrón es el que toma o retiene bienes ajenos contra la voluntad de su dueño.

¡Caramba! Parecería que esas palabras fueron escogidas tomando como ejemplos a nuestros presidentes y congresistas, así como a los miembros activos de las asociaciones de malhechores que constituyen los tres principales partidos políticos dominicanos. Son gente perversa, que corrompe las costumbres, el orden y el estado habitual de las cosas.

Cuando una empresa, bien sea pequeña, mediana o grande, desea contratar nuevo personal generalmente coloca un anuncio en la prensa con las características que requiere de la persona que desea emplear. A mí mismo me ha correspondido ejecutar esa tarea y estoy seguro de que muchos de los que me están leyendo han pasado por lo mismo.

Tengo a mano uno de esos anuncios, que fue publicado recientemente en el periódico Diario Libre: “Oferta de Empleo – Sub Encargado de Tienda; Horario: Lunes a sábados de 9:30 am a 6:00 pm, domingos y feriados (alternados) de 10:00 am a 6:00 pm; Requisitos: Buena presencia. Madera de líder. Dinámico. Responsable. Honesto. Bachiller. Múltiples tareas. Labor bajo presión. Horarios flexibles. Experiencia de 5 años en tiendas. Vocación de servicio al cliente. Buenas relaciones interpersonales. Manejo de cajas registradoras. Edad entre 25 y 35 años. Sueldo: ¡Asómbrese: RD$13,000 mensuales! Interesados favor enviar currículum con foto y copia de cédula”.

Los requisitos anteriores se establecen para que la persona así contratada devengue un salario que está muy por debajo de costo de la canasta familiar, lo que significa que el empleado no podrá cubrir las necesidades básicas de su familia con el sueldo que le pagarán.

¿Cuáles son los requisitos para ser diputado o senador de la República y cuál es el total de sueldos y compensaciones de esos individuos?

La Constitución Dominicana, ese pedazo de papel que nuestros presidentes manipulan a su antojo con la complicidad de mediadores, analistas y expertos y cuya última versión data del 26 de enero de este mismo año, señala, en sus Artículos 79, 82 y 123 los requisitos para ser senador, diputado y Presidente de la República.

Las únicas condiciones necesarias para ser diputado o senador que nuestra Constitución indica son: ser dominicano en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos; haber cumplido veinticinco años de edad y ser nativo de la demarcación territorial que lo elija o haber residido en ella por lo menos cinco años consecutivos. En el caso del Presidente se requiere que éste haya cumplido treinta años de edad.

Para esos puestos públicos de tanta importancia, nosotros, los dominicanos, no exigimos ningún tipo de preparación, experiencia o cualidades personales a quienes desempeñarán una labor tan fundamental como lo es el dirigir los destinos de la nación, garantizar el buen funcionamiento de todas las instituciones oficiales y de los servicios públicos, establecer y mejorar el marco legal del país, aprobar el nombramiento de diplomáticos, elegir los miembros de la Cámara de Cuentas y de la Junta Central Electoral, aprobar empréstitos internacionales y proyectos de envergadura, entre otras funciones vitales para el buen desarrollo de nuestras actividades como país.

Los hechos demuestran que la mayoría de los deshonestos e inescrupulosos miembros del llamado “Congreso Nacional” no tiene ni la preparación, ni la dedicación, ni las condiciones personales y morales, ni el interés, para ejercer sus cargos de manera eficaz. Al contrario, el Congreso Nacional no es más que una cueva de ladrones y de eso estamos conscientes todos.

Estos perversos, que legislan en su propio beneficio y estafan a la ciudadanía, reciben una cantidad enorme de recursos para no trabajar, copiar textos de leyes de otros países, levantar la mano, hablar babosadas, extorsionar a empresarios e inversionistas, entrar en componendas con el Presidente y con intereses oscuros y no asistir a cumplir con sus obligaciones. Y no contentos con lo dantesco de ese circo, más que inmunidad, les hemos otorgado impunidad parlamentaria.

También les hemos permitido burlarse hasta de aquellos individuos de escasos recursos que contestan los anuncios de ofertas de empleos a los cuales nos referimos más arriba y que pagan pírricos salarios, pues el monto total de sus sueldos y compensaciones excede groseramente los límites decentes que un país pobre como este puede soportar.

El presupuesto del Congreso es de RD$4,323 millones y cada uno de sus numerosos miembros tiene un sueldo promedio de RD$265,000 por mes, en adición a una garantía de una pensión vitalicia por el mismo monto, y mensualmente recibe RD$35,000 por gastos de representación, RD$45,000 por dietas, RD$87,000 por el Plan de Ayuda y RD$50,000 por el Fondo Social.

Cada congresista cuenta, además, con una asignación extra o “barrilito” que varía desde RD$420,000 hasta RD$900,000 mensuales, dependiendo del número de habitantes de sus demarcaciones, lo cual asciende en total, en el caso de los senadores, a RD$19.2 millones mensuales. Así mismo, bonificaciones extraordinarias de fin de año, dos exoneraciones para vehículos de lujo y asignaciones para gastos de gasolina, celular, secretarias, choferes, guardaespaldas, relacionistas públicos y otros asistentes e incentivos por asistir a reuniones y comisiones de trabajo. Lo del Presidente tendría que ser objeto de otro artículo.

En contraste con ese conjunto de exageraciones, en este país un policía raso gana RD$5,320 al mes, un maestro de escuela RD$6,000 y un médico Jefe de Servicio RD$22,000.

Sin embargo, hemos sido nosotros mismos los responsables del craso error de delegar en esos desalmados y a tan alto costo las decisiones más importantes de nuestro futuro y el de nuestros hijos. Ha sido nuestra imbecilidad, ignorancia y apatía como pueblo las que han hecho posible que vivamos en el caos y desorden generalizado en que se ha convertido la República Dominicana.

No podemos buscar otros responsables. Lo que los legisladores han hecho, sus elevados sueldos, las prebendas que ellos mismos se han autorizado, sus exoneraciones, sus barrilitos, sus comisiones por proyectos aprobados a inversionistas y por leyes aprobadas para complacer a los presidentes de turno, así como muchas otras infamias, no son más que el resultado de nuestra complicidad y apoyo como pueblo.

No sólo no luchamos por nuestros derechos y por lograr imponer el orden y la disciplina que son tan necesarios, sino que en cada una de las elecciones generales que se han celebrado en las últimas décadas nos sentimos orgullosos de proclamar que vamos a votar por “el menos malo”. Es difícil concebir una estupidez más grande que esa. ¿No es el “menos malo” alguien que no es bueno? ¿Puede una persona que es “menos malo” cumplir con las obligaciones que esperamos de ella? ¿Es “el menos malo” un buen Presidente o un buen Congresista? ¿Ha indicado la experiencia que “el menos malo” es un ejemplo que nuestros hijos deben seguir? ¿Cuáles de los problemas vitales de la nación han sido resueltos por “el menos malo”?

¿Es que no tenemos otra salida que continuar eligiendo “el menos malo”?

Sí la tenemos. Aún cuando tengamos que llegar a la desobediencia civil.

Todos los ciudadanos decentes y que amamos nuestros país, que estamos hartos de ser explotados por estos canallas que nos gobiernan, debemos poner en marcha un enérgico movimiento civil que reclame, por todas las vías pacíficas a su alcance, su libertad y sus derechos. Cuando eso se lleve a cabo, las demás fuerzas sociales se verán en la obligación de apoyar esa iniciativa, especialmente la iglesia católica y las demás iglesias cristianas.

Pero eso hay que hacerlo pronto. De lo contrario, cada día que pase, la situación nacional será más caótica e incontrolable.