Friday, February 18, 2011

¿Haití o la República Dominico-Haitiana?


“Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en estas ideas; destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar a la Nación entera”.
Juan Pablo Duarte (1813-1876) Padre de la Patria Dominicana

Por varias vías he recibido el artículo titulado “Del Cólera al Estado Bi-Nacional”, escrito por el señor Rubén Presbot a finales de diciembre del 2010.

En dicho artículo, Presbot hace referencia a los problemas actuales y tradicionales que ha tenido Haití y concluye afirmando que la anarquía que existe en ese país causará una significativa emigración de nacionales haitianos hacia la República Dominicana, en adición a los que ya residen aquí, de modo que, según Presbot, gradualmente la isla se convertirá en un Estado Bi-Nacional en la cual prevalecerá la cultura haitiana y los dominicanos se convertirán en una minoría.

Aunque no comparto algunas de las afirmaciones de Presbot, sí estoy de acuerdo con él con respecto a la gravedad del problema haitiano y sus repercusiones en nuestro país, de modo que si no se adoptan oportunamente las medidas que se requieren para evitar la inmigración masiva e ilegal de haitianos a la República Dominicana y controlar la que ya existe en el país, no tengo la menor duda de que en un tiempo relativamente breve constituiremos una sola nación.

En uno de mis artículos (Ver “Los Gobernantes Dominicanos Empujan a Nuestros Hijos Hacia el Abismo de la Violencia, la Delincuencia y el Narcotráfico”, 23 de noviembre del 2010), señalé que los gobernantes que hemos tenido en las últimas décadas no han realizado un esfuerzo serio o eficaz para enfrentar nuestros crecientes problemas económicos y sociales y que el peor de los males que se deriva de ello es la incontrolable inmigración haitiana.

También indiqué en ese artículo que el problema de la inmigración haitiana, lejos de ser controlado, aumentará cada día porque ésta ha sido siempre un excelente negocio en manos de políticos, militares y empresarios. Ese hecho criminal ha tenido y tendrá repercusiones negativas insospechadas sobre cada uno de nosotros y sobre nuestros hijos y nietos, mientras la ciudadanía permanece callada y en actitud indolente y pusilánime ante esa y todas las dificultades que nos abaten.

Lo anterior se agrava aún más por la creciente presión de países europeos y los Estados Unidos para que la República Dominicana acepte pura y simplemente la constante inmigración de haitianos
hacia nuestro país. Conjuntamente con Haití somos el territorio de mayor densidad poblacional por kilómetro cuadrado en América Latina y, siendo un país pobre como somos, parecemos estar condenados a absorber los agudos problemas económicos haitianos, así como los efectos negativos de su cultura e identidad nacional.

El terremoto de 7.0 grados ocurrido en Haití el 12 de enero del 2010, a 15 kilómetros de Puerto Príncipe, no sólo causó la muerte a unas 225,000 personas y 500,000 heridos, sino que todavía hay 1,080,000 personas desplazadas (entre las cuales hay 380,000 niños). Todas estas personas están hacinadas en 1,200 campamentos improvisados, están sujetas a expectativas inciertas de reconstrucción y conviven en condiciones infrahumanas entre montañas de escombros que suman más de 20 millones de pies cúbicos, mientras todo el pueblo se encuentra desesperado al no percibir soluciones a sus grandes problemas.

La Cruz Roja y organizaciones como Médicos sin Fronteras, Acción Contra el Hambre, Ayuda en Acción y Mensajeros de la Paz han criticado la ineficacia y falta de liderazgo del Gobierno Haitiano, porque un año después del terremoto sólo se ha retirado menos del 5% de los escombros.

Para empeorar las cosas, hace cuatro meses se produjo en Haití un brote de cólera que al 16 de febrero del 2011 ha cobrado 4,549 vidas, en tanto que el recuento oficial de afectados por la enfermedad en todo el país es de 231,070, una verdadera epidemia.

Además, la crisis electoral del pasado 28 de noviembre entre el partido gobernante de René Preval y sus rivales, así como la presencia en el país de Jean Claude Duvalier, y posiblemente en breve la de Jean Bertrand Aristide, amenazan con empeorar aún más la ya debilitada estabilidad política.

Unas 50 naciones y organizaciones internacionales prometieron aportar US$8,750 millones para la reconstrucción de Haití, pero sólo unos US$700 millones han sido recibidos y gran parte de esta suma se ha esfumado a través de la corrupción imperante en ese país, lo cual ha desmotivado a las naciones donantes a continuar con su ayuda. La falta de fondos ha obligado a la suspensión de los trabajos de reconstrucción, mientras la sociedad haitiana parece vivir en un limbo económico y social, con el riesgo casi inminente de una fuerte crisis política.

Y eso ha ocurrido en el país que es, por mucho, el más pobre de América Latina y uno de los más atrasados del mundo; un país con una larga historia de pobreza, violencia, analfabetismo, regímenes de facto, corrupción e inestabilidad política desde que todos esos esclavos importados de distintas partes de Africa lograron independizarse del yugo de Francia en 1804.

Haití ocupa actualmente la posición 150 entre 177 países con respecto al índice de desarrollo humano y el 70% de sus habitantes vive por debajo de la línea de la pobreza. La población deforestó el país, cortando los árboles que cubrían el 80% del territorio haitiano para el minifundio o para usarlos o venderlos como leña y carbón, lo cual ha causado la erosión del suelo y una extraordinaria escasez de agua potable. La disminución de la producción agrícola debido a la deforestación y la erosión ha sido el factor principal detrás de la emigración masiva hacia las ciudades y el surgimiento de muchos barrios marginales. Haití carece prácticamente de todo.

Quise describir la gravísima situación que enfrenta Haití para que mis lectores puedan comprender cabalmente que los problemas políticos, económicos y sociales de Haití se han producido no solamente como resultado de las desgracias ocurridas recientemente, sino también por las circunstancias históricas que dieron origen a su constitución como país independiente, así como por los errores que han cometido sus gobernantes y por la cultura, formación e idiosincrasia del pueblo que lo integra.

¿Cuáles han sido y serán las consecuencias de esa situación haitiana para la República Dominicana?

El Ministro de Agricultura, Salvador Jiménez, nos dio recientemente, sin querer, una pista de lo que está pasando y va a pasar. Jiménez manifestó que los inmigrantes haitianos constituyen el 93% de la mano de obra del sector agropecuario del país. Eso quiere decir que al final de diciembre del 2010 había 485,972 haitianos trabajando en la agropecuaria, si tomamos en cuenta que la población ocupada en ese sector asciende a 522,550 personas.

Pero, ¿Cuál es la participación de los haitianos en los demás sectores de la economía nacional?

Considero que las siguientes estimaciones son razonables: En el sector de la construcción el porcentaje debe ser cerca de un 95% (224,986 de 236,827); en el turismo un 70% (125,467 de 179,238); en la industria manufacturera (incluyendo los ingenios de azúcar) un 50% (195,098 de 390,196); en el servicio doméstico y empresas de vigilancia privada un 70% (62,462 de 89,232); en el comercio al por menor y en el sector informal (incluyendo vendedores de frutas, frituras y otros) un 20% (105,682 de 528,412); en el negocio de la mendicidad un 90% (unos 14,500) y en otros sectores y servicios un 5% (86,146 de 1,722,920).

Lo anterior significa que habría aproximadamente 1,297,313 haitianos ocupados en los distintos sectores de la economía dominicana, sin contar con sus familiares o haitianos desempleados: un número impresionante si lo ponderamos en su justa medida. No hay ninguna información sobre el total de haitianos que residen en el país, porque pasamos por la vergüenza de haber realizado varios censos de población y el Gobierno no se ha interesado, ni preocupado en determinar ese dato tan importante. ¿Descuido, incapacidad o error deliberado?

El mayor impacto negativo de esa enorme inmigración ha sido la depresión de los salarios de los trabajadores, ya que los haitianos con residencia legal o ilegal han aceptado durante décadas salarios de miseria o de subsistencia, violaciones al horario normal de trabajo y condiciones que muchas veces transgreden los más elementales derechos humanos; condiciones que son inaceptables para los dominicanos y que los patronos no podrían aplicar sin verse en problemas legales. Esto ha causado que los dominicanos se hayan visto desplazados de sus puestos de trabajo.

Sin embargo, el señor Ministro de Agricultura, a pesar de conocer muy bien esa situación, expresó su “preocupación” de que las nuevas generaciones de dominicanos no se sienten atraídos por el trabajo del campo, al tiempo que señaló con toda demagogia que “el Gobierno tiene el compromiso de hacer que las condiciones laborales de la agropecuaria sean atractivas a los jóvenes dominicanos”. Lo sabemos señor Ministro. El Gobierno tiene ese compromiso, pero también sabemos que no tiene la menor intención de cumplirlo. Jiménez sólo está dirigiendo sus palabras a esa masa de ignorantes que todavía creen que somos un país que está "progresando".

La penetración haitiana, sin ningún control por parte de nuestras autoridades y con su total complicidad, no sólo ha afectado los salarios de los trabajadores dominicanos, sino que ha estado transformando radicalmente nuestra cultura y nuestra forma y calidad de vida, generando en las distintas ciudades del país numerosos barrios marginales de haitianos que constituyen focos de contaminación cultural, de delincuencia y de unión con nacionales, con todo lo que ello implica, además de requerir servicios públicos e infraestructuras que el Gobierno no está en capacidad de ofrecer de modo eficaz, ni siquiera a los propios dominicanos.

Lo lamentable es que desde octubre del 2010 esa inmigración ha continuado con mucho mayor intensidad, a pesar de todas las declaraciones de las Fuerzas Armadas de que tienen la frontera bajo control. E indudablemente es así, porque los haitianos están desesperados y, como cualquier ser humano, buscan mejores condiciones de vida aún a riesgo de morir, si ese fuese el caso. Harán lo imposible por cruzar la frontera y la mayoría lo logrará, bien sea porque el negocio de militares y políticos se lo facilita o porque no será detenido debido a la precariedad de los controles correspondientes.

Sólo un Presidente insensible ante los sufrimientos de su pueblo como Leonel Fernández puede minimizar el alcance e impacto de la inmigración haitiana, así como minimiza el nivel y efectos de la corrupción y de los demás problemas de nuestro país, sin que hasta la fecha haya solucionado ninguno de ellos. A eso se debe sus declaraciones sobre el éxodo haitiano a la República Dominicana en su reciente viaje de vacaciones de 14 días a Suiza, India, Francia y Estados Unidos, acompañado de todo su séquito, y con todos sus gastos extravagantes pagados con el dinero y la aprobación del pueblo dominicano.

Los haitianos no tienen otra vía mejor de escape que la República Dominicana y para ello cuentan con el apoyo indirecto de las naciones desarrolladas, las cuales no hacen nada para ayudar a Haití en la solución de sus problemas políticos, económicos y sociales y que favorecen que sea nuestro país el que se haga cargo de esos problemas. Si no lo creen, sólo tienen que leer las declaraciones del ex-presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, de fecha 8 de octubre del 2009, cuando consideró que "no hay forma de que la República Dominicana sea capaz de evitar la inmigración haitiana" y afirmó que "los dos países están atados y no hay manera de separarlos". A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Las perspectivas políticas de la República Dominicana parecen confirmar que así será, pues ni el actual Presidente ha adoptado ni adoptará ninguna medida para evitar la inmigración haitiana, ni los candidatos que se perfilan para las próximas elecciones, lucen tener la menor intención de resolver la situación del alto número de haitianos en el país, ni de los que aspiran a ingresar próximamente a nuestro territorio.

No obstante lo anterior, repito una vez más, como lo he hecho en otros artículos, que todos estos problemas se derivan de la pasividad y la tolerancia excesiva del pueblo dominicano, un pueblo que no lucha por sus derechos y que no enfrenta a los que lo oprimen; un pueblo que nunca ha elevado una voz de protesta por la enorme presencia haitiana en el país.

De igual modo, la iglesia católica (cuya Conferencia del Episcopado por fin acaba de emitir una declaración llamando la atención sobre la mayoría de los problemas a los que me he referido en mis artículos), así como las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y colegios profesionales, los medios de comunicación y los empresarios, no han protestado por la incapacidad de los gobiernos para enfrentar y resolver esos problemas, sino que se han acomodado a las circunstancias, para sacar provecho, cada uno a su modo, de la corrupción y los desmanes de los políticos en el poder.

Esa actitud pusilánime del pueblo dominicano y la traición de los sectores que deberían apoyarlo en sus aspiraciones por una mejor calidad de vida, así como la sucesión contínua de gobiernos corruptos e incapaces de proteger a la ciudadanía, inevitablemente propiciarán la mayor penetración de los haitianos en la República Dominicana, con todas las secuelas que ese hecho implica. ..... Y entonces será el crujir de dientes.

Tal como ocurre con la Ley de Gresham, la cual consiste en que la moneda mala desplaza a la buena, así ocurrirá en nuestro país. Los haitianos gradualmente nos desplazarán y eso ocurrirá mucho antes de lo que mucha gente cree. Lo que quedará por decidir es si el país, que será único e indivisible, se llamará Haití o República Dominico-Haitiana. ¿Cuál le gusta más a usted?

Wednesday, February 16, 2011

¿Por Qué Escribo estos Artículos?


“El que no ama su patria no puede amar nada”.
Lord Byron (1788-1824) Poeta británico.

Algunas personas me han preguntado cuál es la razón por la cual escribo los artículos que aparecen publicados en mi Blog.

Soy economista, no político, y ya he escrito mucho sobre economía.

Soy dominicano, amo profundamente mi país y considero que lo que he llegado a ser como persona y como profesional lo debo, en gran medida, a la República Dominicana. Aprendí desde niño a amar nuestra tierra y a admirar a Juan Pablo Duarte, su patriotismo y sus enormes sacrificios y sufrimientos por la libertad de sus compatriotas. Llegué a la pre-adolescencia en un ambiente social de respeto, disciplina y orden, todo lo contrario a lo que ocurre en la caricatura de democracia que nos venden a diario.

Creo que la sociedad dominicana atraviesa hoy por situaciones críticas que están afectando negativamente nuestro futuro como nación; sin embargo, me parece que la mayoría de los dominicanos tenemos nuestra conciencia dormida, de modo que nos resulta difícil entender a cabalidad el impacto de esas situaciones en nuestras vidas como individuos y como país y adoptar las actitudes cívicas y políticas que transformen las mismas en beneficio de toda la ciudadanía.

Tengo el deseo vehemente de que la República Dominicana se encauce por senderos de desarrollo y justicia social, pero sería un ciego si no me diera cuenta que hemos ido con paso apresurado en la dirección contraria. Esa es la razón fundamental por la cual ahora escribo sobre nuestros problemas sociales y expreso directamente en mis artículos cuáles son, a mi juicio, las acciones y actitudes que debemos adoptar los dominicanos.

Entiendo perfectamente que corro, entre otros riesgos, el de estar arando en el desierto o luchando contra molinos de viento, pero no quiero encontrarme a las puertas de la muerte y tener que admitir frente a mis hijos y nietos que guardé silencio frente a los desmanes de quienes han traicionado a nuestra patria y que no me atreví a luchar con mis ideas para cambiar el caos de país en el que actualmente viven.

Friday, February 04, 2011

El Presidente Dominicano y su Asesor

“Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía”. 
Ángel Ganivet (1865-1898) Escritor, ensayista y narrador español. 

Leonel Fernández es un profesional con una sólida preparación académica. Es doctor en derecho, mención magna cum laude, y se graduó en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en 1978 como el estudiante más sobresaliente de su promoción. Fue Profesor de Sociología de la Comunicación, Derecho de Prensa y Relaciones Internacionales en la UASD y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), institución con sede actual en Costa Rica, creada en 1957 por la UNESCO, con la finalidad de promover las ciencias sociales en América Latina y el Caribe.

Fernández es una persona carismática, de finos modales, correcto y educado. Aunque de origen humilde, su superación personal lo ha convertido en un pulcro y elegante personaje de nuestra sociedad; nunca pierde su compostura y tiene la virtud de la paciencia.

Si Fernández hubiera nacido en Puerto Plata en los años treinta seguramente el pueblo de allí y mi suegra lo hubieran llamado “gentleman”; es decir, un caballero de exquisito trato y finura. Y si hubiera nacido en Inglaterra, no me cabe la menor duda de que la Reina Isabel le hubiera concedido el título de Lord o de Sir.

Su reconocida astucia y los resultados de su avidez por la lectura le han llevado a tener una gran influencia en los círculos intelectuales dominicanos.

Las atinadas observaciones y comentarios que ha emitido en distintos foros y circunstancias sobre los temas de mayor importancia para la República Dominicana, deberían hacerlo acreedor del respeto y reconocimiento de las personas que le escuchan, por cuanto revelan que es un estudioso de las causas de nuestros problemas y de sus posibles soluciones. Esa es una de las razones por las cuales muchos de los suyos le llaman “Profesor”.

Cada vez que Leonel Fernández hace recomendaciones de política económica o social, bien sea que se encuentre en el país o en uno de sus muchos viajes al exterior, parecería estar imbuido de la mejor intención.

Es Leonel Fernández lo que se llama un tipo brillante y es él, precisamente, el Asesor del Presidente de la República Dominicana, quien, por cierto, lleva el mismo nombre.

Sin embargo, Leonel Fernández, el Presidente, aunque también de origen humilde, ha olvidado completamente a los suyos. Luego de tener la magnífica oportunidad que le han brindado tres períodos de gobierno para beneficiar a los más pobres de su país, para fortalecer la clase media y al sector privado y sentar la verdadera base de un desarrollo económico y social sostenido, su paso por la Presidencia de la República lo que ha dejado ha sido una lamentable estela de corrupción, desorden, cinismo, hipocresía, dispendio de recursos, demagogia, clientelismo, perversidad y exclusión social.

Aunque Leonel Fernández, el Asesor, se ha mantenido en todo momento al lado de Leonel Fernández, el Presidente, no ha habido manera de que el primero haya logrado que este último ponga en ejecución ninguna de las medidas que él le recomienda. Y aunque en varias ocasiones ha pensado en renunciar, hay algo en la personalidad del Presidente que mantiene al Asesor indisolublemente vinculado al gobernante. Ambos son las dos caras de la misma moneda.

Es como el caso del Dr. Merengue, aquel personaje de las tiras cómicas creado en 1945 por el dibujante, humorista y editor argentino Guillermo Divito y que publicaba en nuestro país el periódico El Caribe. Como ocurría con el Dr. Jeckill y Mr. Hyde, el Dr. Merengue tenía una doble personalidad con un inconsciente Freudiano. Mientras, por un lado, el Dr. lucía ser una persona impecable e imperturbable, su otro yo aparecía con frecuencia, de modo desfigurado y transparente, sin revelarse a los demás, para contradecir los dichos, los hechos, la conducta o los pensamientos del Dr.

Fernández, el Asesor, había insistido a Fernández, el Presidente, que desde el inicio de su primer gobierno concentrara sus esfuerzos en rescatar la educación y la salud; hacer énfasis en estimular la iniciativa privada; garantizar servicios públicos eficaces a la población, especialmente el suministro de energía eléctrica; sanear la justicia, proporcionar seguridad a la ciudadanía y velar por el cumplimiento de las leyes; eliminar los sistemas de corrupción heredados de las administraciones anteriores; fomentar un mayor nivel de empleo; y llevar a cabo una política acertada de redistribución de ingresos, entre otros.

Aunque ahora parece una tarea abrumadora, en esos momentos era perfectamente factible.

Lo que proponía Fernández, el Asesor, parecía correcto y las personas íntegras que estaban al tanto de sus recomendaciones lo aprobaban, con excepción, claro está, del amplio grupo de individuos que, dentro y fuera del gobierno, han hecho de éste una fuente inagotable de poder, influencia y enriquecimiento personal.

Fernández, el Presidente, aunque ha simulado estar siempre atento a los consejos de Fernández, su Asesor, no sólo hizo caso omiso a todas sus recomendaciones, incluso a las que le dio en su segundo mandato y a las que le ha dado en el tercero, sino que su ineficacia y el entorno corrupto que él mismo ha patrocinado, han perpetuado los males que aquejan al país, aparte de otros que han surgido y se han enraizado en la nación, como resultado del inadecuado manejo de la situación o de la complicidad del gobierno, lo cual está causando un daño prácticamente irreparable a la calidad de vida de los dominicanos.

Fernández, el Asesor, se siente frustrado, y no es para menos. Su jefe inmediato parece tener sus secretos, su propia agenda, y, conocedor del control del poder político que tiene en sus manos, así como de la facilidad con la cual maneja una población ignorante, apática y con notable inclinación hacia la desintegración moral, no ha tenido reparos en violar reiteradamente el solemne juramento que ha hecho tres veces al tomar posesión de su cargo.

A pesar de haber jurado “por Dios, por la Patria y por su honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, sostener y defender su independencia, respetar sus derechos y llenar fielmente los deberes de su cargo”, no ha cumplido ninguna de esas promesas. Ha violado incluso la misma constitución que él promulgó hace poco, mostrando así su doblez al manejar los asuntos públicos.

Fernández, el Asesor, nunca estuvo de acuerdo con el eslogan e’pa’lante que vamo’, pero Fernández, el Presidente, le demostró con creces que tal demagogia le dio excelentes resultados, al punto de que todavía, más de seis años después, una gran parte de la población dominicana, que se deslumbra con obras físicas, como túneles, elevados, trenes subterráneos (Metros) y carreteras, está convencida de que el Presidente ha tenido la razón, a pesar de que la República Dominicana ocupa todos los años los últimos puestos en la mayoría de los indicadores económicos y sociales que tienen que ver con el desarrollo de un país.

Ni a esos ciudadanos, ni al Presidente, les importa un bledo que la educación pública sea un desastre; que exista una pésima atención médica y equipamiento en los hospitales; que no haya seguridad personal para nadie, porque la propia policía y los miembros de la DNCD están involucrados o encabezan la mayoría de los actos delictivos; que la justicia no sirva porque los fiscales son incompetentes para investigar los casos contra imputados de crímenes y decenas de jueces venden sus sentencias en los mercados del mejor postor, además de la lentitud del sistema y de los altos costos para los interesados; que no haya un solo servicio público que funcione bien; que muy pocos ciudadanos respeten las leyes de tránsito y que todo en el país sea un verdadero caos; que el narcotráfico y el lavado de dinero aumenten cada día más; que la inmigración haitiana sea incontrolable; que más de un 40% de los dominicanos vivan en la pobreza absoluta, mientras la mayor parte de los ingresos nacionales están concentrados en sólo el 5% de la población.

No. A ellos no les importan esas cosas, porque para ellos esas son nimiedades. Lo verdaderamente importante es que a un gobernante lo recuerden por la magnitud de las obras civiles que construyó, sin tener en cuenta si para ello hipotecó el país, o si el pueblo sufre, o si una gran proporción de los recursos fue distraída en beneficio propio, o si el Gobierno cumple o no con sus deberes fundamentales.

De hecho, el dominicano es un pueblo con tan poca conciencia de sus necesidades reales, que la mayor parte de las protestas que se han realizado en el país sólo están relacionadas con los aumentos en los precios de los combustibles o de los alimentos o porque se termine la construcción de una obra o se reparen las calles de un barrio.

Casi nunca se han efectuado protestas o reclamos para que el Gobierno cumpla con las leyes, o con sus obligaciones, o con el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos, o para obligarlo a que garantice nuestra seguridad personal, o para que la mafia de ladrones que nos ha gobernado a través de varios períodos presidenciales deje de robar. Menos aún para que un Presidente renuncie por incumplir la Constitución y las leyes o por corrupto o por encubrir o por usar su posición para hacer negocios personales o por proteger a ladrones de cuello blanco que pululan a su alrededor o que ocupan el Congreso Nacional.

A eso se debe que Fernández, el Presidente, le expresara recientemente a Fernández, su Asesor, su satisfacción por el papel que ambos han jugado en la historia reciente de la República Dominicana.

“Formamos el dúo perfecto”, reflexionó el Presidente. “Mientras tú teorizas y tratas de convencerme de que me ocupe de los asuntos vitales para el país, yo hago todo lo que deseo, me he convertido en un potentado y en el árbitro de los destinos nacionales. Tengo todo lo que quiero y cuando lo quiero. El partido está en mis manos, bajo mi control absoluto. Nada se mueve sin que yo lo apruebe. Todos quedan a la espera de mis decisiones. Pero, especialmente, tengo un pueblo entero que me apoya y me idolatra”.

“Cada año salgo de vacaciones entre 8 y 10 veces –continuó-, me llevo también a mi esposa y a mi amplio séquito, con todos los gastos millonarios cubiertos con los impuestos que pagan los dominicanos. Así he conocido medio mundo, me he convertido en una personalidad respetada en otros países y puedo aspirar a cualquier posición internacional, cuando me canse de este paisito. Mi cuento de generar inversiones y suscribir acuerdos bilaterales de cooperación, me permite hacer mis propios negocios que cualquiera envidiaría, viajar a donde quiera, cuando quiera, mientras este pueblo permanece dormido, completamente hipnotizado por mi gran capacidad de conceptualización”.

“Y lo grande, Leo -así llama el Presidente a su Asesor- es que la población dominicana cree todo lo que yo le digo, gracias a los discursos que escribes por orden mía. Tengo a este pueblo enamorado de mi verbo. Y para eso tenemos los periódicos y otros medios de comunicación, que tanto nos ayudan. Ellos saben que no pueden arriesgarse a perder la publicidad del gobierno y las prebendas que reciben sus dueños y el dinero que va a manos de los periodistas y comentaristas”.

"Se me acusa de no resolver ninguno de los problemas básicos del país, lo cual, aquí entre tú y yo, es cierto, porque eso no me interesa; ni a mí, ni a ninguno de los que me han precedido en el Poder. Lo mío son las obras, que es lo que más reditúa y que me permite seguir con mi cuento del Nueva York chiquito. Además, mi querido Leo, tengo la imagen en el extranjero de ser un experto en asuntos financieros internacionales y hago propuestas a organismos y gobiernos de otros países que son debidamente escuchadas. Ahh, y soy el mediador por excelencia. Si no, pregúntale a Hugo Chávez".

“Ahora, Leo, aparte de todos los reconocimientos que debes darme, hay uno que debes admitir como genial. Y es que soy el primer Presidente que le ha entregado a su esposa una colosal asignación presupuestaria con el dinero del pueblo, para que ella lo gaste como desee, pero con énfasis en actividades clientelistas que nos garanticen la fidelidad electoral de todos los pobres que reciban esas migajas. He cuadruplicado esa asignación al aumentarla de RD$150 millones en el 2005 a RD$652 millones en el 2010 y pienso subirla todavía más en el 2012. Ella está contentísima porque a su departamento le he puesto el bello nombre de Despacho de la Primera Dama. ¿Qué te parece?”

“Así la mantengo ocupada, pero estoy seguro que, con una buena campaña publicitaria y con el apoyo de mis incondicionales en el partido hasta podría usarla como candidata a la presidencia para futuras elecciones”.

“Y no tengo ni siquiera que decirte lo de las nominillas y los otros gastos que ya conoces, ni lo de la capitalización de mi amada FUNGLODE con dinero sustraido a los depositantes por los dueños de bancos cuya doble contabilidad yo conocía, ni lo de los millones de dólares de la Sun Land, ni los acuerdos a los que he llegado con inversionistas extranjeros, que me han beneficiado enormemente. Mis compañeros de partido han pasado de ser pobres de solemnidad a multimillonarios; y eso me lo deben a mí que ahora soy para ellos más que su propio padre. Y lo grande Leo es que todo eso lo ha pagado o ha sido a costa del pueblo, este pueblo tan bueno e infinitamente generoso, que me ama sin medida y que tú tratas a veces de insinuar que yo sacrifico tanto”.

“No estoy de acuerdo con usted, pero respeto su modo de analizar las cosas, señor Presidente”, fue la lacónica respuesta de Fernández, el Asesor.

Ahora bien, amigos lectores, no necesitamos ser muy inteligentes para saber que en cualquier país civilizado del mundo el señor Presidente de la República Dominicana estaría preso, conjuntamente con algunos de sus funcionarios. Si no preso, por lo menos hubiera tenido que abandonar el cargo hace mucho tiempo. Pero estamos aquí, donde podrá haber presos políticos, pero nunca políticos presos.

Han sido numerosas sus violaciones a las leyes y a la Constitución. Lo podrido de la justicia dominicana le permitió salir airoso del escándalo del contrato por US$132.4 millones con la Sun Land, el cual, aprobado sólo por Fernández, comenzó como una simple compra de equipos para la policía y terminó como una descomunal malversación de fondos. Así mismo, la enorme corrupción de su primer gobierno quedó sellada por la impunidad o protección mutua acordada con Hipólito Mejía.

El Presidente tampoco tendrá que preocuparse por los delitos de corrupción de sus dos últimos gobiernos, pues si no logra postularse para la reelección, como siempre ha sido su intención, ni el candidato de su partido, ni los dos candidatos potenciales del principal partido de oposición, intentarán someterlo a la justicia, porque en el fondo ellos sólo desean seguir su ejemplo. Además se trata de un personaje muy poderoso, tanto desde el punto de vista económico, como desde el político.

Ya Fernandez, el Asesor, estaba resignado. Sabía que sus consejos para un buen gobierno eran acertados, pero estaba consciente de que Fernández, el Presidente, nunca los pondría en ejecución. Sin embargo, se sentía tranquilo porque estaba convencido de que el señor Presidente lo mantendría siempre junto a él, aunque sólo fuese porque éste deseaba que viera el éxito de su demagogia y para que comprobara, por enésima vez, que este pueblo siempre ha tenido ..... los gobiernos que se ha merecido.