"Evitar los impuestos
es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa".
John Maynard Keynes (1883-1946), Economista Británico
Los ciudadanos dominicanos somos sumamente generosos. Nos
desprendemos fácilmente del dinero que tanto nos cuesta producir y que podría
servir para atender nuestras necesidades familiares y del hogar y lo entregamos,
sin chistar, a un gobierno incumplidor de sus deberes y que dilapida nuestros
escasos fondos en gastos superfluos, innecesarios y malsanos que atentan contra
nuestros propios intereses como seres humanos.
Los dominicanos aportaremos este año 2013 la elevadísima suma
de RD$384,425 millones para que el gobierno la emplee en financiar sus gastos.
No satisfechos con eso, lo hemos autorizado a erogar RD$114,500 millones adicionales
porque esos recursos no le resultarán suficientes y necesitará gastar más, por
lo cual tiene que incurrir en un déficit fiscal que será financiado con un
mayor endeudamiento público; un endeudamiento que pagaremos nosotros, como todo
lo que gasta el gobierno.
Sin que a nosotros los dominicanos nos inquiete para nada,
el promedio anual del déficit fiscal del gobierno fue de unos RD$54,000
millones durante el período 2000-2011 y de aproximadamente RD$150,000 millones
en el 2012. El hecho de que los recursos presupuestales no se empleen en promover
un verdadero desarrollo económico y social en beneficio de toda la ciudadanía,
sino que su uso sólo sirva para consolidar el desorden y la corrupción permanentes
en que vive este país, tampoco nos causa preocupación.
Algo que no debe sorprender a nadie es que el gasto total
del gobierno haya aumentado un 15% anual en promedio en los últimos ocho años,
alcanzando su nivel máximo el año pasado 2012, cuando se incrementó en un 40%.
¿De dónde salió todo ese dinero? De nuestros bolsillos, por supuesto, y de
préstamos internacionales y de bancos locales, los cuales (capital, intereses y
comisiones) también debemos cubrir nosotros.
Y eso será así cada año por los próximos cuatro años, de
manera que el Gobierno necesitará endeudarse, durante ese período, a un ritmo
de RD$200,000 millones anualmente, lo cual es realmente insostenible. Pero nosotros los dominicanos esperaremos pacientemente a que llegue ese momento,
para entonces dejar irresponsablemente las posibles soluciones, si es que las
hay, en manos de nuestros adorados políticos.
Y como a la generalidad de nosotros, los dominicanos, no nos
interesa investigar sobre estos asuntos, ni tampoco reclamar nuestros derechos,
el gobierno se mantiene haciendo lo mismo año tras año, con toda impunidad. Nos
circunscribimos a mantener una actitud quejumbrosa cuando el gobierno aumenta
los impuestos, pero, al final, nos sentimos resignados y satisfechos con las
explicaciones que nos dan y preferimos mantener una actitud pusilánime y
conformista, sin consciencia alguna de lo que está ocurriendo, ni de lo que es
nuestro deber hacer al respecto.
Sin embargo, para ser justos, habría que decir, no obstante
la afirmación anterior, que existe un pequeño grupo dentro de nuestra sociedad
al que sí le duele tener la obligación de hacer más ricos a los que ya son
ricos, a costa de su propio nivel de bienestar. A ese pequeñísimo grupo le
aflige observar cómo el crecimiento económico que ha logrado el país en las
últimas décadas sólo ha beneficiado a un porcentaje insignificante de la
población (a los políticos y a los ricos), mientras la pobreza y el atraso
crecen gradualmente, pero de manera persistente.
Nuestra generosidad es especialmente patente con periodistas
y comunicadores sociales. Además de los sueldos que reciben de sus distintas
empresas, los dominicanos les pagamos igualmente una importante suma extra a
través del gobierno, para que sirvan lealmente a los gobernantes y al partido
en el poder, y llegamos, incluso, a otorgarles excelentes pensiones. Pero no
nos detenemos ahí, sino que hemos sido capaces de respaldar el pago de sumas
mensuales sustanciales a personajes bien conocidos, para que incurran en la
práctica ilegal de intervenir numerosos teléfonos privados y de políticos de la
oposición, así como de empresarios y figuras que son vigiladas por los
gobiernos de turno mediante videos y mecanismos de espionaje. Como esos
personajes prestan tan importantes servicios al Gobierno, se han convertido en gente
poderosa, que tienen custodia militar y muchos privilegios costeados por
nosotros, lo cual nos causa gran satisfacción.
Mientras el sector privado se contrae, debido a la voracidad
y controles fiscales, los dominicanos aportamos todos los años una enorme cantidad
de fondos para que el sector público (gobierno central e instituciones descentralizadas)
continúe creciendo desmesuradamente, de modo que dicho sector se ha convertido
en un ente totalmente hipertrofiado e ineficaz y es muy difícil que esa realidad
tan negativa para todos nosotros pueda revertirse. Tal parece que estamos
condenados a vivir en un caos permanente, pero lo aceptamos gustosos.
Nuestra generosidad llega al extremo de cubrir las llamadas
“nominillas” que favorecen a los “compañeros” del partido, así como los sueldos
y beneficios marginales de más de 125,000 empleados y funcionarios públicos que
no aportan nada a la administración estatal y que este año 2013 consumirán cerca
de RD$120,000 millones del presupuesto nacional.
De igual forma, continuaremos
beneficiando con más de RD$6,000 millones a los miembros de ese antro que los
dominicanos llamamos “Congreso Nacional”, para que cobren sin trabajar, puedan
seguir disfrutando de sus “barrilitos”, dietas, bonificaciones, exoneraciones,
pensiones excesivas y pagos extraordinarios; para que sancionen leyes y
contratos por conveniencia política y continúen extorsionando a inversionistas
nacionales y extranjeros para aprobar proyectos. Pero esas son cosas que
aparentemente nos divierten y contribuyen mucho al circo que nos gusta tanto,
aunque nos cueste tan caro.
Por otra parte, los dominicanos nos sentimos bien
orgullosos de haber logrado que se destine el 4% del Producto Interno Bruto a
la educación y, por ende, a sacar de nuestros bolsillos RD$99,600 millones para
que se gasten a través del Ministerio de Educación, todo con el fin de que, con
la misma base profesoral mediocre que no desea actualización ni asesoramiento
externo y con los mismos sistemas académicos anacrónicos, se intente bajar un
poco el altísimo porcentaje de estudiantes que fracasa cada año en las pruebas
nacionales, al obtener calificaciones por debajo de 65%. En ese sentido, nos
hemos mostrado de acuerdo en que la mayor parte de esa suma se destine a aumentar
los sueldos de los pobres profesores, a mejorar la infraestructura física, a la
compra de mobiliario y materiales y al aumento en los salarios de los numerosos
funcionarios y empleados del Ministerio, incluyendo a quien lo dirige, gastos éstos
que nada tienen que ver con elevar el nivel de educación de nuestros niños y
jóvenes, pero que nosotros no tenemos miramiento en financiar, pues el dinero nos sobra.
Uno de los sectores que goza de nuestra preferencia en la
asignación de cuantiosos recursos es, indudablemente, el de los choferes
públicos, reunidos la mayoría de ellos en decenas de sindicatos que están
representados por cuatro o cinco chantajistas a quienes los medios de
comunicación llaman “empresarios”, sin que sepamos los nombres de sus empresas.
Hemos aprobado que a estos facinerosos les asignen dos pesos por cada galón de
combustible que consumimos, lo cual se convierte en un montón de millones de
pesos. Pero contribuimos con gusto, para que estos “padres de familia”
mantengan un monopolio y puedan maltratar a su antojo a los pasajeros en sus
vehículos desvencijados, mientras también autorizamos la importación de cientos
de vehículos nuevos con planes tipo “Renove” que sólo sirven para derrochar nuestro dinero.
Recientemente, hasta hemos consentido que se entreguen a esos llamados “sindicatos”
las rutas alimentadoras del Metro y todo ello porque queremos mantener “la paz
social” sin tocar, ni con el pétalo de una rosa, la sensibilidad de estos
energúmenos.
Nos ha sido muy grato haber apoyado, con nuestro dinero, que a las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, la DNCD y a otros
organismos de "protección e inteligencia" se les
asignen unos RD$44,000 millones en el 2013. Así tendremos una creciente inseguridad, delincuencia, narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de haitianos, actividades en
las cuales generalmente intervienen, como cabecillas o participantes, esas mismas
autoridades, que paradójicamente son las encargadas de perseguirlas y
controlarlas. Nunca como ahora el nivel de inseguridad ha sido tan alto, sin que se vislumbre una solución a corto o mediano plazo, no obstante los numerosos "planes" del Gobierno, pasados o presentes, para poner fin a esa situación. Pero eso constituye una parte importante de nuestra diversión y morbosidad cotidianas y da lugar a interesantes temas de conversación.
En razón de que le hemos permitido al Gobierno un
endeudamiento sin límites, para este año usted, todos los demás dominicanos y
yo tendremos que destinar el 40% de todo el dinero que entregamos al Gobierno
para que se cubra el servicio de la deuda pública. No contentos con eso, hemos consentido
que un poco más de un 20% de los fondos totales que pagamos por impuestos se escape
anualmente a través de los eficientes mecanismos de corrupción que benefician a
las autoridades que nos gobiernan, así como a sus compañeros de partido, asociados,
familiares, allegados, amigos y relacionados. Al permitir con nuestro silencio
y nuestra complicidad que esos actos de corrupción queden en la absoluta
impunidad, los ciudadanos dominicanos hemos podido lograr, exitosamente, que
una gran parte de nuestros políticos y sus secuaces hayan acumulado un grado
tal de riquezas que ya se han convertido en un nuevo grupo oligárquico, con un
inmenso poder económico que compite favorablemente con el de la clase
empresarial y rica del país.
De hecho, no hay aporte que nos llene de mayor satisfacción que los fondos que se destinan a los partidos políticos para que sus dirigentes los gasten y los roben a su gusto, sin ningún tipo de control. Han sido más de RD$8,000 millones desde que se instauró esa merecida asignación a nuestros amados políticos, la cual ha contribuido a que se adueñen del país y de nuestras riquezas y a que, una vez en el poder, nos opriman y fomenten la ignorancia y la exclusión social.
De hecho, no hay aporte que nos llene de mayor satisfacción que los fondos que se destinan a los partidos políticos para que sus dirigentes los gasten y los roben a su gusto, sin ningún tipo de control. Han sido más de RD$8,000 millones desde que se instauró esa merecida asignación a nuestros amados políticos, la cual ha contribuido a que se adueñen del país y de nuestras riquezas y a que, una vez en el poder, nos opriman y fomenten la ignorancia y la exclusión social.
Otro despilfarro grande con cargo a los impuestos que pagamos al Gobierno, y que nos complace financiar, ocurre con el cáncer que constituye el sector eléctrico, enfermedad que padecemos desde hace apenas unos 50 años. Los apagones y daños a nuestros equipos eléctricos que han tenido lugar durante décadas nos han causado gran regocijo y es en esa virtud que no sólo dimos nuestra aprobación para que el Gobierno volviera a asumir el control de las distribuidoras de electricidad, con lo cual condenamos a la ineficiencia a todo el sistema eléctrico, sino que anualmente hay que hacer frente a un subsidio cada vez mayor, pero con un servicio cada vez peor.
Los interminables y frecuentes apagones, que harían casi imposible la vida a los ciudadanos de países civilizados, no tienen ningún impacto sobre nosotros, pues nos hemos ajustado perfectamente a esa situación calamitosa y estamos dispuestos a soportar peores condiciones. Para el 2013 se prevé que el Gobierno tendrá que erogar más de RD$50,000 millones por el subsidio eléctrico y ya se ha embarcado en proyectos para construir nuevas plantas a carbón, las cuales se convertirán eventualmente en ruinas con un costo enorme, como todo lo que toca el Gobierno. Pero no importa, nosotros seguiremos callados, autorizándolo todo.
Si el servicio eléctrico es tan precario y lo soportamos gustosamente, más desastroso ha sido por décadas el suministro de agua potable, a pesar de que lo hemos financiado con miles de millones de pesos para la construcción o mejoramiento de acueductos, sin que los resultados hayan beneficiado para nada a la ciudadanía. Al contrario, en adición a ese voluminoso financiamiento la clase media ha tenido que construir cisternas y pozos para consumir agua contaminada y la clase más pobre no tiene más remedio que hacer lo imposible para conseguir un poco del preciado líquido. Pero esto es algo que aparentemente nos agrada, porque nunca hemos reclamado nada.
¿Y qué decir de las demás áreas del Gobierno, tales como los
Ministerios de Relaciones Exteriores, con su carga de Cónsules y oficiales
diplomáticos acreditados en otros países, pero con presencia permanente en la
República Dominicana, Salud Pública, Agricultura, Obras Públicas, Migración, Industria
y Comercio, Hacienda, y tantos otros? ¿Y del Poder Judicial, uno de los más
podridos de América Latina? Nuestra exagerada generosidad nos lleva a continuar
aumentando cada año los presupuestos de estas dependencias oficiales, a pesar
de los severos perjuicios que nos causan, pero que no nos inmutan en
lo más mínimo.
Es obvio que muy pocos dominicanos nos hemos preguntado
alguna vez si existe alguna actividad o institución, de las que maneja el
Gobierno, que funcione bien para beneficio nuestro. Aunque conocemos
perfectamente la única respuesta que existe, nosotros jamás nos sentimos
indignados por ese hecho. Al contrario, nuestra única reacción consiste en señalar a otro
Gobierno que lo hizo peor, contentarnos con el que tenemos y defenderlo contra
viento y marea.
En países con un grado más alto de civilización y de
consciencia, la ciudadanía nunca toleraría las grandes fallas que presenta
diariamente un Gobierno como el nuestro. Es impresionante el nivel de ignorancia,
cobardía, mediocridad y apatía que se requiere para soportar el caos, la
violación a las leyes y derechos ciudadanos y la ausencia de servicios eficaces
a la población que representa nuestro sector público. Pero esa es,
lamentablemente, nuestra realidad. Una realidad que produce, como única
reacción en nuestros compatriotas, el deseo de largarse de aquí, porque no hay discernimiento,
valentía, ni patriotismo para nada más.
Mientras tanto, tal parece que nuestra creciente generosidad
continuará durante mucho tiempo más. ¡Que
siga la fiesta!
1 comment:
Es frustrante el tener que constatar la veracidad de lo que se afirma en el artículo, aunque se difiera sobre las conclusiones. La deducción lógica a la que debe arribar su lector, es que la clase media no ha encontrado una manera viable para canalizar sus frustraciones a fin de lograr las transformaciones que require la sociedad dominicana. Se necesita concientizar. Artículos como el presente constituye una gran contribución en ese sentido. El próximo paso es organizarse.
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