Saturday, August 21, 2010

¿En Qué nos Hemos Convertido los Dominicanos?


"El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe"
J.J.Rousseau (1712-1778), Filósofo Suizo

Luego del magnicidio del 30 de mayo de 1961, Joaquín Balaguer auspició, durante sus 22 años de mandato, el asesinato de un alto número de jóvenes intelectuales y patriotas, el deterioro progresivo del sistema educativo y de los servicios públicos, la corrupción rampante y la utilización de los recursos del Estado con fines perversos, al tiempo que sentó las bases para destruir no sólo los valores cívicos y morales de nuestra sociedad, sino también el patriotismo y la esperanza de la juventud dominicana.

A eso se debe que un alto porcentaje de la población no respete ni valore en su justa medida este país en el que vive y que le da albergue.

He escuchado a cientos de personas que reiteradamente deshonran nuestra amada tierra cuando se refieren a ella como “paisito” o “paisaje” o “país de m…..” o “este país es un charco”. Degradan la moneda nacional, al llamarle “pesito”, irrespetan la memoria de nuestros héroes y patriotas y a la gente honesta, al llamarlos “pendejos”.

Créanme cuando les digo que es todo lo contrario: mediocres, cobardes y pusilánimes somos nosotros, que no hemos tenido el coraje de seguir el buen ejemplo, ni luchar por nuestros principios y libertades y que hemos devenido en una sociedad acostumbrada a desenvolverse en el caos y el desorden, una sociedad que ya no se escandaliza por nada, en razón de los hechos reprensibles que ocurren casi a diario por parte de aquellos a quienes hemos delegado nuestro poder.

Esas personas a las que usted y yo escuchamos expresarse diariamente de manera despectiva con respecto al país o a sus hombres probos no sienten respeto por nada, ni por nadie, o no tienen conciencia de lo que dicen. Lo grave del caso es que es una actitud generalizada en muchos de nuestros conciudadanos.

La República Dominicana no sólo es un país hermoso, acogedor, pródigo y extraordinario, sino también el lugar que Dios eligió para que nosotros tuviéramos el privilegio de nacer, tener una familia y desarrollar nuestras vidas. Si en verdad creemos en Dios y en la necesidad de ser agradecidos, es nuestro deber y obligación amar intensamente este país.

La República Dominicana tiene un amplio conjunto de activos y valores que deberían ser motivo de orgullo para todos, porque son únicos e irrepetibles en todo el mundo, pero nosotros dejamos que pasen desapercibidos a nuestra mente y a nuestro corazón. No me refiero a sus bellezas naturales, pues otros países las tienen y, quizás, en mayor número y esplendor, sino a sus símbolos patrios.

Me detendré solamente en los siguientes tres ejemplos, de los tantos que abundan en nuestro país:

(a) No existe en ninguna bandera del mundo un escudo más hermoso y más significativo que el dominicano.

La bandera dominicana, concebida y diseñada por Juan Pablo Duarte en los albores de nuestra independencia, al tomar el juramento a los Trinitarios el 16 de julio de 1838, es el símbolo más sublime de la libertad y de la soberanía nacional y deberíamos considerarla como el alma de la patria.

Cada color en nuestra bandera tiene un gran significado para nuestra nación, pero es su escudo de armas, en medio de una cruz blanca que divide la bandera en cuatro rectángulos y que simboliza la lucha y sacrificio de nuestros patriotas y libertadores afianzados en la fe cristiana, la joya más preciada de la insignia tricolor dominicana.

Nuestro escudo tiene los mismos colores de la bandera nacional, los cuales están dispuestos de igual manera, y tiene en su centro una biblia abierta en el Evangelio de Juan, Capítulo 8, Versículo 32, en el que se lee “Y la verdad os hará libres”; sobre la biblia se encuentra la cruz latina y a cada lado de ella están tres lanzas, de las cuales cuatro sostienen los mástiles de otras banderas nacionales sin escudos. En el lado izquierdo del escudo se encuentra una rama de laurel y en el derecho una rama de palma, ambas símbolos de la gloria y la victoria del pueblo dominicano, mientras en la parte superior hay una cinta color azul ultramar con la inscripción “Dios, Patria y Libertad” y en la inferior otra cinta color rojo bermellón con la inscripción “República Dominicana”, denominación oficial de nuestra nación.

El escudo tiene forma rectangular, con ángulos superiores salientes y los inferiores redondeados, con una base en forma de punta en su centro y concebido de manera que resulta un cuadrado perfecto si se traza una línea horizontal que una las dos verticales del rectángulo donde comienzan los ángulos inferiores.

Es indudable que el escudo de armas dominicano, que se estampa en la actualidad en cada bandera nacional, es, definitivamente, una obra de arte. Diseñado por Casimiro Nemesio de Moya a principios del Siglo 20, luego de los 14 diseños que le precedieron y que fueron usados para distintos fines, nuestro escudo debería enorgullecernos y ser venerado como patrimonio preciado de los dominicanos. Para vergüenza de los que amamos profundamente nuestro país, parece que, en el caso de la mayoría, no es así.

(b) El himno nacional dominicano es el canto más hermoso que se haya escrito a patria alguna y es un reconocimiento único a la valentía y patriotismo de los hombres que vivieron en nuestro país en el Siglo 19.

Interpretado por primera vez el 17 de agosto de 1883 en los salones de la Respetable Logia Esperanza No. 9, de Santo Domingo, el himno de nuestro país es la bella partitura musical que compuso el Maestro José Reyes en 1882 bajo el título “Himno Nacional”.

Reyes, quien provenía de una familia pobre y que siempre fue un hombre modesto y autocrítico, fue un notable autodidacta que compuso música laica y religiosa, gran parte de ella inédita. Además del Himno Nacional, fue el autor de mazurcas, pasodobles y valses y piezas musicales para misas.

La música del himno nacional fue exitosamente acogida en todos los lugares donde fue interpretada y alcanzó gran popularidad, al punto de que, cuando los restos de Duarte fueron traídos desde Venezuela en 1884, fue precisamente el himno nacional de José Reyes el que se utilizó para acompañar la procesión en su honor.

En 1883 José Reyes le pidió a su amigo Emilio Prud’Homme que escribiera los versos patrióticos que complementaran su obra musical. Prud’Homme, quien fue discípulo y colaborador de Eugenio María de Hostos, escribió la mayoría de sus obras literarias y, especialmente las letras del himno nacional, para exaltar los valores patrióticos de los dominicanos, así como su respeto y amor a la soberanía y defensa de nuestra independencia.

Sin embargo, la obra de Prud’Homme contenía inexactitudes históricas y defectos de métrica que causaron controversia y críticas de los intelectuales de la época, lo que le motivó a corregir las letras originales y presentar públicamente la nueva versión en 1897, con los versos actuales del himno.

La unión de esfuerzos de José Reyes y Emilio Prud’Homme resultaron en una obra extraordinaria en su clase; una obra que debería ser motivo de gran orgullo para nosotros, pues la gallardía y el valor del pueblo dominicano, así como las gestas patrias, se plasman en la música y letras viriles del Himno Nacional.

Mientras ciudadanos de otros países entonan sus himnos con emoción, como vemos, por ejemplo, antes del inicio de cada juego de base-ball en los Estados Unidos, nosotros hacemos ruido, no nos detenemos, ni mostramos reverencia mientras lo interpretan oficialmente.

El himno nacional, el canto a la patria, consta de 12 estrofas, pero muchos de nosotros sólo aprendemos, apenas, las primeras 4 y desdeñamos las restantes 8. Los dominicanos nos hemos acostumbrado a disminuir y acortar todo, incluyendo las palabras y hasta nuestro maravilloso himno, pues, como expresan algunos, “es muy largo”.

Es penoso saber que en la dictadura de Trujillo se promovió más el respeto y la veneración a los símbolos nacionales, sobre todo a la bandera dominicana y al himno nacional, que en la supuesta democracia que se instauró en nuestro país luego del tiranicidio y que la mafia que nos gobierna maneja a su antojo.

Más lamentable aún es observar cuánto hemos cambiado los dominicanos en unas cuantas décadas. De hombres valientes y patriotas hemos pasado a ser hombres quejumbrosos y cobardes que aceptamos todos los vejámenes y burlas de los politicastros que nos gobiernan y que permanecemos impasibles mientras nuestro entorno social es continuamente sacudido por las medidas y acciones de gobernantes sin escrúpulos.

Ya tampoco nos gusta leer; preferimos enterarnos de las cosas a través de programas de televisión y radio contaminados por el poder del dinero y de la nómina pública; admiramos a los ricos corruptos y despreciamos a los hombres honestos y de vida recta.

A eso se debe, en gran medida, que el pueblo dominicano haya perdido su libertad. Es que, como indica nuestro glorioso Himno Nacional, “ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente y servil”. Esclavos de los gobernantes de turno, indolentes ante el sufrimiento y penurias de los demás y serviles ante los embates del dinero, el materialismo, la corrupción y el poder.

(c) No ha existido en el mundo otro patriota y Padre de la Patria como Juan Pablo Duarte.

Así como los dominicanos no sabemos cuántos haitianos hay en el país luego de casi 50años de muerto Trujillo, de haber realizado varios censos de población y viviendo en la era tecnológica del Siglo 21, un alto porcentaje de la población todavía no conoce, a estas alturas, los verdaderos nombres de dos de aquellos que llamamos Padres de la Patria.

Durante décadas se nos enseñó que Sánchez se llamaba Francisco Del Rosario Sánchez y no es así, sino que en realidad se llamaba Francisco Sánchez Del Rosario. De igual manera, en el pasado aprendimos que los dos nombres de Mella eran Ramón Matías, pero no, era al revés. Sus nombres verdaderos eran Matías Ramón. ¡Ni siquiera los llamados padres de la patria se salvan de nuestra dejadez!

Con el que no ha habido dudas de su nombre es con Juan Pablo Duarte Díez, el verdadero Padre de la Nación Dominicana y el Apóstol de la Libertad.

El pensamiento y patriotismo de Juan Pablo Duarte se derivaron, en gran medida, del ejemplo y conducta de vida de su padre, Juan José Duarte. Cuando el presidente haitiano Jean Pierre Boyer ocupó militarmente el país en 1822, luego de que José Núñez de Cáceres proclamara la Independencia Efímera en 1821, el padre de Juan Pablo fue el único comerciante español que se negó a firmar el infamante escrito de adhesión al nuevo orden implantado por los haitianos que el comercio español se apresuró a entregarle a Boyer cuando éste llegó a Santo Domingo al frente de sus tropas. ¡Cuánta dignidad! ¡Qué ejemplo para su hijo de 9 años!

El padre de Duarte también se sumó a las conspiraciones separatistas que tuvieron lugar en los primeros años de la ocupación haitiana, pero éstas sólo tuvieron éxito por los esfuerzos que posteriormente realizara su hijo Juan Pablo, con el apoyo de su familia y de otros patriotas.

Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” y si existe un ejemplo claro de ello es el de Juan Pablo Duarte, quien ofrendó su vida y el sacrificio de su familia completa, así como todo el patrimonio que heredó de su padre, para lograr la libertad de sus compatriotas. No ha existido otro hombre como él en la República Dominicana, así como no ha habido, ni habrá, otro Jesús en el mundo.

Duarte fue el más tenazmente perseguido por Herard y sus ideales fueron considerados como “aspiraciones criminales” en la Proclama de Pedro Santana, al tiempo que una sentencia de la Junta Central Gubernativa, emitida a instancias de Santana, lo declaró “traidor e infiel a la patria”. Su familia fue la única del grupo Trinitario en ser deportada por Santana.

Duarte, un joven republicano, anticolonialista, liberal y progresista, tenía un claro concepto de lo que debía ser la nación dominicana y las responsabilidades de sus integrantes. Por eso redactó un proyecto de constitución que indicaba con claridad que la bandera dominicana podía cobijar a todas las razas, sin excluir ni dar predominio a ninguna.

Padre de la Patria es un término reservado generalmente al fundador de una nación; a una figura prominente y clave en la historia nacional y cuyo heroísmo y autoridad moral le acrediten como fuente de inspiración patriótica, digna del mayor respeto y veneración, de modo que se le considere como un símbolo nacional.

Sin restar al insigne y héroe entre héroes Francisco Sánchez Del Rosario los grandes méritos que tiene, nadie tan merecedor de ser llamado Padre de la Patria como Juan Pablo Duarte: el creador de la bandera dominicana, de nuestra nacionalidad y del lema “Dios, Patria y Libertad”.

Fue la concepción, fundación y puesta en marcha de la sociedad secreta La Trinitaria y de sus dos apéndices esenciales, la Sociedad Filantrópica y la Sociedad Dramática, por parte de Duarte y su genio creador independentista, lo que hizo posible que esta tierra pudiera ser libre del yugo haitiano y la chispa que encendió en nuestro corazón el deseo de ser libres de toda dominación extranjera.

¡Qué pena que sus ideas y sentimientos no sean compartidos por tantos de sus compatriotas de esta época!

6 comments:

Unknown said...

Señor Leyba: Esta pieza no tiene desperdicios. Por razones ajenas a mi voluntad, como muchos otros dominicanos, estoy viviendo lejos del terruno. Pero sus palabras han sido tan emotivas para mi que casi llego hasta las lagrimas, pues nunca habia pensado en Juan Pablo Duarte en la forma que usted lo identifica. Un hombre inigualable al igual que lo fue Jesús. Cuán penoso es que sus valores no son los mismos hoy dia para la mayoria de nosotros y cuan triste es que los gobiernos de turno, al contrario del Satrapa, no insistan en resaltar y hacer respetar nuestras insignias patrias!Me da mucha tristeza el derrotero que lleva nuestro amado pais y me alegra mucho que por lo menos haya una persona, como usted, con tanto sentido común, objetivo y no servil.

Eddy Leyba said...

Amigo Cirilo.
Gracias por sus palabras. Aunque estoy consciente de que mis escritos corren el riesgo de caer en el vacío, reconozco que si no lo hiciera estaría traicionando mis principios como dominicano y como ser humano.
Ojalá que estos artículos puedan contribuir, aunque sea en corta medida, a producir un despertar en mis conciudadanos.
Gracias de nuevo por su comentario.

Un Amigo said...

Muchas Gracias por tener el valor de recordarnos lo que día a día vivimos e ignoramos. Lo que no podemos es ignorar y callar.

Gracias!

Unknown said...

Estimado Eddy,
Con harta frecuencia leemos escritos que hacen alusión a nuestra deseable inclusión dentro de aquellos que no nos quedamos con la sola esperanza de "poder hacer algo"... Terminamos con la interrogación de que es lo que se puede hacer...si algo! En el animo de darle una respuesta, aprovecho tu columna para llevarle a tus lectores lo que ha de ser una respuesta: http://www.centrojuanxxiii.org/

Carlos H. García Lithgow said...

Señor Leyba:
Gracias por ecrbir este articulo
creame que no cae en el vacio
somos "unos cuantos" que pensamos asi y que no nos olvidmos de nuestro esforzado pais.
para los que se sientan desalentados les exhota a que empecemos predicando nosotros mismos desde nuestro ejemplo.
Dr Carlos H Garcia Lithgow

Eddy Leyba said...

Dr. García:
Gracias por su comentario.
Personas como usted me estimulan a continuar.