"La descomposición de todo gobierno comienza
por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado".
Montesquieu (1689-1755) Pensador Político
FrancésPara empeorar las cosas, la clase empresarial decidió bien temprano unirse a políticos y funcionarios, ya sea para corromperlos o para sacar ventajas del sistema de corrupción que estableció en nuestro país Joaquin Balaguer hace más de cuatro décadas y que actualmente ha alcanzado su mayor desenfreno. Ha sido gracias a ese sistema que comerciantes contrabandistas, banqueros y grandes y medianos industriales inescrupulosos han podido aumentar de modo sustancial sus fortunas y su poder a costa del Estado, que en definitiva somos todos nosotros.
A eso se debe que el pueblo dominicano perdiera todo el patrimonio que recibió cuando eliminaron a Trujillo, el cual ascendía en aquel entonces a casi mil millones de dólares y que pasó a manos de políticos, empresarios y militares. También es esa la razón por la cual se han deteriorado de manera increíble la educación, la salud, la justicia, la seguridad ciudadana, el suministro de energía eléctrica y de agua potable, la recogida de basura, la institucionalidad y los derechos ciudadanos, entre otros.
La pobreza material y moral que genera la situación anterior se ha consolidado desde 1966 porque tanto los políticos y funcionarios, como los empresarios, han encontrado a un pueblo conformista, apático, pusilánime y quejoso que lo soporta todo y que se mantiene embobado sin defender su dignidad y sus derechos frente a la gran cantidad de escándalos y barbaridades que han ocurrido durante todos estos años.
Los altos jerarcas de la iglesia católica y casi todos los periodistas y medios de comunicación, que generalmente constituyen fuerzas importantes para frenar los desmanes del poder político y económico en cualquier país, en el nuestro han sucumbido ante la corrupción rampante dirigida desde las más altas instancias del gobierno o ante los intereses de los partidos políticos o de grupos empresariales, todo ello en detrimento de la ciudadanía, especialmente de la clase media y de la más pobre.
Las mismas instituciones de la sociedad civil, especialmente las que operan en las áreas de educación, salud, justicia y trabajo comunitario, cuya misión y objetivos son siempre tan loables en el papel, se han circunscrito a trabajar dentro un marco de acción caracterizado por severas limitaciones y precariedades debido al pésimo trabajo realizado por los distintos gobiernos en esas áreas.
Los consejos de directores de esas organizaciones están conscientes de que su labor ha sido, en gran medida, mediocre e ineficaz, pero se adaptan como camaleones a las condiciones políticas existentes sin hacer ningún esfuerzo individual o en conjunto para transformar la situación que viven aquellos que deberían ser beneficiados por los servicios de sus respectivas instituciones, mientras aparentan tener preocupación por los más debiles y continúan recibiendo jugosos fondos públicos o internacionales.
Todo ese panorama negativo se ha conjugado para que los presidentes que han gobernado en la República Dominicana, y que deberían ser nuestros más dignos representantes o empleados, se hayan convertido en nuestros amos y nosotros en esclavos suyos.
Haciendo uso de las facultades y poderes que les confieren las distintas constituciones que ellos han acomodado a sus propios intereses, los políticos que se han ceñido la banda presidencial han corroido las bases del desarrollo económico y social del país, mientras una población suspendida en sus sentidos es engañada con unas pocas obras físicas (que han servido principalmente para satisfacer egos personales y para alimentar el tren de la corrupción) y con favores y dádivas que perpetúan la pobreza material, moral y espiritual de los más necesitados.
Mientras tanto, no hay un solo deber del gobierno que se cumpla a cabalidad.
Los presidentes y funcionarios públicos de los ultimos 44 años se han burlado reiteradamente de la ciudadanía y muchos de ellos se han confabulado con los más oscuros intereses, incluyendo a reconocidos delincuentes de cuello blanco y personeros ligados al narcotráfico y al lavado de dinero, con el fin de saciar sus bajos instintos.
Seis políticos han ostentado la presidencia de la República en estos 44 años. En ese período han ocurrido crisis económicas, políticas, bancarias, sociales y de carácter militar, así como grandes fenómenos atmosféricos e incluso el suicidio de uno de esos presidentes.
Cinco de esos seis presidentes tuvieron por lo menos el recato de dirigirse a la nación en esas circunstancias para analizar las situaciones e indicar los pasos que planeaban dar sus gobiernos para resolver los problemas. En otras ocasiones, hacían alocuciones por televisión con cierta periodicidad para tratar temas específicos que consideraban de interés para el país. Así mismo, no parecían ser más pretenciosos de lo debido y circunscribían su esfera de acción a la República Dominicana. Esos presidentes daban el frente a los problemas, incluyendo a Joaquin Balaguer, el encantador de bobos, aunque haciendo galas de su manipulada retórica.
El caso de Leonel Fernández, otro encantador de bobos como ese malvado maestro a quien ha podido superar, es, sin embargo, distinto. Emplea las mismas técnicas que su maestro para tratar de reelegirse indefinidamente, pero, a diferencia de aquél, no enfrenta los problemas nacionales ni los graves escándalos de su gobierno, ni le agrada comunicarse con la población. Su aparente desprecio por el dominicano lo induce a no tener contacto con el pueblo cuando se presentan las circunstancias en que resulta aconsejable hacerlo.
Es un presidente de lujo que sus conciudadanos ven por television los 27 de Febrero y 16 de Agosto, para recibir las dosis de demagogia y mentiras a las que el dominicano está ya habituado. O lo ven por los periódicos cuando saluda al salir de viaje o al participar en un evento auspiciado por alguna organización nacional.
Es un presidente académico que no enfrenta ni resuelve nada.
A fin de sacudirse del estigma del subdesarrollo, Fernández ha inventado cualquier excusa para viajar al exterior, en promedio, una vez al mes con todos los gastos pagos, en una vida de lujo que comparte con sus acólitos y allegados y con aquellos extranjeros que tienen, como él cree que tiene, buena capacidad para conceptualizar, condición que a su juicio no tenemos los demás dominicanos. Esa costumbre de viajar le ha dado muy buenos resultados, pues ya conoce casi medio mundo y ha sido de gratis, a costa de los “pendejos” que vivimos en este país.
En las pocas ocasiones que ha hablado a su pueblo y conocedor de la ignorancia de éste, Fernández, un hombre que habla “bonito”, insiste en presentar a sus gobernados un cuadro optimista de la economía y del futuro del país. Han sido tantas las veces que el presidente y sus funcionarios han repetido lo mucho que avanzamos como país en todos los órdenes, que un alto porcentaje de la población parece estar convencido de que es verdad, que e’palante que vamo’.
Como buen demagogo que es, Fernandez oculta al pueblo la grave realidad que cubre la nación en términos de sus indicadores económicos y sociales, tal como revelan distintos estudios llevados a cabo por organismos internacionales, con lo cual se demuestra que nuestro país es uno de los más atrasados del mundo. Fernández es, probablemente, el gobernante más cínico que ha tenido la República Dominicana.
Fernández no sólo no se ha referido nunca a los escándalos de corrupción de los funcionarios de sus gobiernos, ni ha aplicado sanciones, despedido o sometido a la justicia a esos delincuentes, sino que minimiza esas actuaciones, las apoya y declara que constituyen hechos aislados. Ha protegido a todos sus subarternos que han sido acusados directamente de esos desmanes, confirmando así que la corrupción es una parte esencial de su política de gobierno.
Tampoco se ha referido nunca a otros graves problemas que afectan o han afectado negativamente a los dominicanos, tales como la delincuencia; el narcotráfico; el lavado de dinero; la situación de pobreza de tantos ciudadanos; la pésima calidad de la educación; la inseguridad ciudadana; la recurrencia del dengue y ahora la inminencia de tener cólera en el país; el estado de los damnificados por inundaciones y ciclones; la insalubridad en los barrios marginados; las dificultades para tener acceso a agua potable; el nivel actual del déficit cuasi-fiscal; el constante aumento del endeudamiento público; los niveles irrisorios del salario mnimo; el aumento en el consumo de drogas; la contaminación y deterioro de la policía y las fuerzas armadas; las “nominillas” que existen en el gobierno y que cuentan con su aprobación; el mal servicio de las instituciones públicas; el caos del tránsito y del transporte público; entre tantos y tantos problemas que castigan de manera inmisericorde a nuestro país, ante la mirada indiferente de la persona que deberia ejercer las funciones de presidente.
Fernández ha preferido siempre hacerse el ciego o el sordo o el mudo o las tres cosas a la vez ante esos problemas. Sus referencias a problemas nacionales generalmente las hace desde la tribuna de Funglode, su fundación particular. Cuando lo ha hecho, sus palabras parecen provenir de un asesor o consultor extranjero, planteando sugerencias o métodos para abordar situaciones nacionales o internacionales, como si él no fuera el principal ejecutivo de la nación, a quien le pagamos para poner en ejecución las medidas que él mismo osa recomendar.
En teoria, conoce todos los problemas de su país, pero en vez de ocuparse de las soluciones pertinentes, sus esfuerzos más recientes han estado dirigidos a un afán desmedido en ser reconocido en el exterior como experto en asuntos del medio oriente y en economía internacional, asi como de mediador en conflictos internacionales. Con ese propósito ha presentado su visión de cómo resolver el enfrentamiento árabe-israelí, que se ha mantenido inalterable desde hace cientos de años; en las Naciones Unidas ha analizado las causas por las cuales no se van a lograr los objetivos del milenio en la República Dominicana, aunque aquí mantiene la posición contraria; conoce las soluciones a los problemas post-depresión en los Estados Unidos como resultado de la crisis hipotecaria-financiera de ese país, al tiempo que en su oportunidad buscó mediar entre Chavez y Uribe y entre Correa y Chavez.
En fin, los dominicanos tenemos un presidente que no actúa como un presidente, ni ejerce las funciones para las que fue elegido; es decir, para que trabaje arduamente en la solución de nuestras necesidades más imperiosas. Es obvio que los dominicanos desearíamos tener un presidente y autoridades que nos faculten a contar con servicios públicos eficaces y para resolver los problemas nacionales. Salvo el mejor parecer de mis lectores, creo que ningún presidente, desde 1966 hasta la fecha, ha podido lograr ese objetivo.
Es probable que esa sea la razón por la cual los dominicanos, en nuestra ignorancia, nos limitamos siempre a discutir cuál gobierno ha sido peor, si éste o el anterior, si tal o cual, en vez de concentrar nuestra atención en lo que debe ser y hacer un gobierno. Y cuando no cumpla, exigir por todas las vías posibles que lo haga.
Estamos en pleno siglo 21 y Fernández, el PLD, el PRD, el PRSC, los grupúsculos políticos y las demas organizaciones de la sociedad civil, asi como el empresariado nacional, los sindicatos, las iglesias y los medios de comunicación, han traicionado vilmente al pueblo dominicano, arrebatándole sus posibilidades de un mejor nivel de vida, de vivir en una verdadera democracia y disfutar de una auténtica libertad. Hay que ser ciego o un simpatizante apasionado de pichones de dictadores o un militante activo de partidos políticos o parte interesada en el sistema de corrupción vigente para no reconocerlo así.
Es una lástima que estemos tan ciegos y seamos tan ignorantes y cobardes.